Abdiel y la Maravilla de Venezuela



Era un día soleado en la República Dominicana y Abdiel, un niño de cuatro años con una gran sonrisa, estaba en el parque jugando con su hermanita Ela. Abdiel siempre llevaba consigo un pequeño libro lleno de dibujos y fotos de Venezuela, el país de su mamá. Él adoraba contarle a Ela y a sus amigos sobre las maravillas de ese lugar.

-Abdiel, ¿qué hay en ese libro? -preguntó Ela, con sus ojos brillando de curiosidad.

-¡Mira! -dijo Abdiel mientras pasaba las páginas emocionado-. Aquí hay una foto del Ávila, que es una montaña en Caracas. ¡Es tan grande!

-¡Guau! -exclamó Ela-. ¿Podemos escalarla?

-Abdiel se rió- No sé si tenemos tanto tiempo, pero podemos ir a visitarla algún día. Y después podemos comer arepas. ¡Son deliciosas!

Mientras hablaban, un grupo de niños se acercó, curiosos sobre lo que estaban mirando.

-¿Qué tienen ahí? -preguntó uno de ellos, llamado Tomás.

-¡Es un libro sobre Venezuela! -respondió Abdiel, lleno de orgullo-. Les puedo contar sobre sus maravillas.

Los niños se acomodaron alrededor de Abdiel y Ela, atentos a lo que iba a decir.

-¿Sabían que en Venezuela hay un salto de agua gigante llamado Salto Ángel? -preguntó Abdiel. -Es el más alto del mundo. ¡Es como un río que cae desde las nubes!

-¿En serio? -dijo Lucía, con asombro-. ¡Quiero ver eso!

-¡Y no solo eso! -continuó Abdiel, moviendo las manos como si estuviese contando una historia-. En el parque de Canaima, ¡los tepuyes son enormes mesas de piedra que parecen gigantes!

-¿Y qué más? -preguntó un niño mayor llamado Mateo.

-Abdiel sonrió, disfrutando del interés de sus amigos- También hay muchas cosas ricas para comer. ¡Las hallacas son una tradición! Son como un regalo lleno de sabores.

-¿Tú hiciste alguna vez? -preguntó Ela, recordando cuando su mami las hacía en casa.

-Sí, un montón de veces, e invito a todos a probarlas. Pero debemos trabajar juntos para hacerlas, es muy divertido -dijo Abdiel.

De repente, una nube oscura cubrió el sol y comenzó a llover un poco.

-¡Oh no! -dijo Tomás-. ¿Qué hacemos ahora?

-¡Nos podemos refugiar en el quiosco! -sugirió Ela-.

Todos corrieron al quiosco mientras la lluvia caía. Sin embargo, Abdiel no quería que la lluvia fuera un impedimento para seguir contando sobre su país.

-¡Chicos! -dijo con entusiasmo-. ¿Sabían que en Venezuela hay un festival llamado La Feria de La Chinita? Se celebran conciertos, hay bailes y también comida. ¡Es un momento muy alegre!

-Es como nuestro Carnaval, pero en otro lugar -dijo Lucía, sonriendo.

-¡Exacto! -respondió Abdiel animado-. También hay orquídeas hermosas, que son flores que crecen en todas partes.

Los niños empezaron a hacer juegos con las imágenes en el libro, tratando de recrear un festival con palabras y risas.

Cuando la lluvia terminó, un arcoíris apareció en el cielo.

-¡Miren eso! -gritó Ela-. Es un arcoíris.

-Como los colores de las banderas de Venezuela y Dominicana -dijo Tomás-. ¡Es hermoso!

Los niños saltaron de alegría, tomando la lluvia como un momento feliz. Abdiel sonrió, sabiendo que cada vez que compartía su cultura, hacía un arcoíris más grande en su corazón.

-Les prometo que cuando vayamos a Venezuela, haremos una gran fiesta con arepas, hallacas y bailes -dijo Abdiel mientras todos reían y aplaudían.

Así, juntos, con ganas de conocer y disfrutar de lo mejor de cada lugar, Abdiel y sus amigos siguieron compartiendo risas, cuentos y sueños en aquel parque, donde la única frontera era la imaginación y la amistad.

FIN.

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