Alejandro y su Amigo Miedo en el Bosque Encantado



Érase una vez un niño llamado Alejandro, que vivía al borde de un bosque encantado. Cada día, mientras jugaba con sus amigos, sentía un cosquilleo en el estómago cada vez que miraba hacia aquel bosque. Si bien era un lugar lleno de árboles altos y flores brillantes, también estaba rodeado de misterios que lo aterrorizaban. Un día, mientras se asomaba al borde del bosque, conoció a un pequeño monstruo llamado Miedo.

"¡Hola! Soy Miedo, el monstruo de los temores. No te asustes, ¡soy bueno!" - dijo Miedo con una voz suave y amistosa.

Alejandro saltó un poco, pero luego se dio cuenta de que Miedo tenía una apariencia entrañable, con grandes ojos azules y pelaje de colores vibrantes.

"¿Miedo? ¿Vas a asustarme?" - preguntó Alejandro, todavía un poco dudoso.

"No, no. Soy aquí para ayudarte a enfrentar lo que te asusta y, juntos, vamos a descubrir lo que realmente hay en el bosque" - respondió Miedo con una sonrisa.

Intrigado, Alejandro aceptó la oferta de Miedo y se adentró en el bosque. Al principio, escuchó ruidos extraños que lo hicieron temblar un poco.

"¿Y si hay un monstruo feo aquí?" - preguntó Alejandro.

"A veces el miedo hace que nuestras cabezas se llenen de cosas que no existen. Ven, vamos a averiguarlo juntos." - dijo Miedo, animando a su amigo.

A medida que caminaban, se encontraron con una cueva oscura. La cueva parecía aterradora, y Alejandro pensó en dar media vuelta.

"No te preocupes, estaré a tu lado. ¿Ves esa luz dentro? Significa que hay algo bueno esperando ahí." - aseguró Miedo.

Decidió seguir. Al entrar, descubrieron que la cueva era un lugar mágico lleno de cristales brillantes que reflejaban la luz.

"¡Guau! ¡Es hermoso! ¿Por qué no me dijeron que esto estaba aquí?" - exclamó Alejandro, olvidando su miedo.

"Porque a veces, para encontrar la belleza, hay que quitarse el miedo de encima," - explicó Miedo.

Más adelante, se encontraron con un arroyo cristalino. Alejandro escuchó el sonido del agua, pero también el murmullo de su temor.

"No sé nadar, y si caigo, ¡me asustaré mucho!" - dijo Alejandro.

"La única forma de aprender a nadar es intentarlo. ¿No crees que deberías intentarlo?" - sugirió Miedo.

Aunque con un poco de temor, Alejandro se acercó al arroyo y, con la ayuda de Miedo, decidió mojarse los pies primero. Luego, saltó a las aguas, sintiendo la frescura y la alegría.

"¡Mira! ¡No tengo miedo!" - gritó emocionado.

"Ves, a veces el miedo solo está en nuestra cabeza. ¡Eres más valiente de lo que piensas!" - le dijo Miedo.

Y así continuaron su aventura: conocieron a una tortuga que les enseñó sobre la paciencia, a un búho que habló sobre la sabiduría y hasta a unos conejitos que bailaban y hacían reír a todos. Alejandro aprendió que, cuando tenía miedo, podía respirar hondo, recordar lo que aprendió con Miedo y enfrentar sus dudas.

Después de un largo día de aventuras, Alejandro y Miedo se sentaron bajo un árbol.

"Gracias, Miedo, por ser mi amigo. Nunca pensé que podría sentirme tan bien al enfrentarlo" - dijo Alejandro con una gran sonrisa.

"Recuerda, la vida está llena de cosas mágicas y hermosas, pero para encontrarlas, a veces hay que enfrentar los miedos. ¡Siempre estaré aquí para ayudarte!" - respondió Miedo, muy orgulloso.

Desde aquel día, Alejandro no miró más al bosque con temor, sino con curiosidad y emoción. Aprendió que el miedo puede ser un compañero en su vida, siempre y cuando se tenga el valor para enfrentar lo desconocido junto a amigos.

Y así, Alejandro siguió explorando, creciendo y descubriendo la magia que hay en el mundo, siempre con la compañía de su inseparable amigo Miedo.

"¡Hasta la próxima aventura!" - dijeron ambos antes de volver a casa, emocionados por lo que vendría.

Y así, Alejandro descubrió que enfrentar el miedo era un gran paso hacia el crecimiento, convirtiendo lo aterrador en hermoso, solo con un poco de ayuda de un amigo.

**Moraleja:** El miedo puede ser un gran compañero, pero enfrentarlo nos lleva a descubrir la magia que hay en cada rincón del mundo. Nunca es tarde para aprender a conocer y a bailar con aquellos a los que tememos.

FIN.

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