Anita y su Fantasma Amigo



Era la noche de Halloween y el aire estaba lleno de risas, calabazas iluminadas y el sonido de los niños pidiendo caramelos. Anita, una niña curiosa y valiente, salió de su casa disfrazada de bruja, con su escoba y su sombrero puntiagudo.

Mientras caminaba por el vecindario, Anita se preguntaba qué haría esa noche. No quería solo recolectar dulces. Quería hacer algo diferente, algo especial. De repente, se le ocurrió una idea genial.

"¡Voy a buscar a un fantasma para que sea mi amigo!" pensó, emocionada.

Así que, con el corazón palpitante de emoción, se adentró en el bosque cercano, donde se decía que vivía un viejo fantasma. No le asustaba la idea de encontrarlo. Más bien, estaba ansiosa por esa posible amistad.

Mientras caminaba entre los árboles, escuchó un suave susurro que parecía llamarla. "¿Es eso un fantasma?" se preguntó. Siguió el sonido hasta llegar a un claro, donde la luna iluminaba un tronco viejo. En el tronco, se sentó un fantasma pequeño, de aspecto amistoso, con ojos grandes y tristes.

"Hola, pequeño fantasma. Yo soy Anita. ¿Te gustaría ser mi amigo?" le preguntó con una gran sonrisa.

El fantasma la miró sorprendido. Nunca había tenido a alguien que quisiera ser su amigo.

"Hola, Anita. Me llamo Flippy. Pero… no creo que seas una buena amiga para un fantasma como yo. La gente me tiene miedo," respondió Flippy con tono melancólico.

Anita frunció el ceño, no entendía por qué los fantasmas eran vistos con miedo.

"No deberías estar triste. Quizás pueda ayudarte a mostrarles a los demás que no hay que tenerles miedo. ¡Podríamos hacer algo juntos para mostrarles que los fantasmas pueden ser amigos!" sugirió.

Flippy, intrigado por esta idea, asintió despacio.

"Bueno, no sé cómo hacerlo, pero estoy dispuesto a intentarlo," dijo.

Desde ese momento, Anita y Flippy comenzaron a elaborar un plan. Decidieron que, en lugar de asustar a la gente, organizarían una gran fiesta de Halloween en el bosque.

Al día siguiente, Anita volvió a su barrio y compartió su idea con sus amigos. Al principio se rieron, pero al ver lo entusiasmada que estaba, decidieron ayudarla.

"¡Yo puedo hacer las invitaciones!" dijo Mateo, el más creativo del grupo.

"Yo traeré caramelos," ofreció Sofía con una gran sonrisa.

"Y yo puedo enseñarles a bailar," añadió Leo, quien era un buen bailarín.

Con la ayuda de todos, prepararon la fiesta, incluyendo decoraciones espeluznantes y muchas golosinas. Ana y Flippy trabajaron juntos, él volando por encima del bosque y ella llevando las banderas.

Finalmente, llegó la noche de la gran fiesta. Cuando los niños se adentraron en el bosque, estaban un poco nerviosos, pero la emoción de ver a sus amigos los llevó adelante. Al llegar al claro decorado, se encontraron con Flippy, quien había puesto un gran cartel que decía: "Bienvenidos a la Fiesta del Fantasma Amigo!".

Los niños, al principio sorprendidos, luego rieron y comenzaron a bailar y jugar. Flippy, animado por la alegría de los niños, dejó atrás sus temores.

"¡No me imaginé que Halloween podía ser así!" exclamó mientras hacía un giro y esparcía polvo de estrellas sobre todos.

Así, la fiesta se llenó de risas y diversión. Flippy hizo nuevos amigos, quienes se dieron cuenta de que no era un fantasma aterrador, sino un verdadero amigo. El espectáculo de luces y juegos los envolvió, y al final, todos se reunieron alrededor de una fogata donde compartieron historias de miedo pero con risas.

Anita, viendo la felicidad en los rostros de todos, sonrió ampliamente.

"Esto es lo que quería, que todos vean que no hay nada de qué asustarse. Los amigos pueden venir de cualquier lugar, incluso del mundo de los fantasmas," dijo entusiasmada.

Desde ese día, Flippy no se sintió solo nunca más y las noches de Halloween se convirtieron en una gran celebración en su bosque, donde niños y fantasmas podían ser amigos, bailar, y compartir historias juntos, todo gracias al valor y la amistad de una pequeña bruja llamada Anita.

Y así, cada Halloween, la amistad de Anita y Flippy recordaba a todos que no debemos temer a lo desconocido, sino abrir nuestro corazón a nuevas amistades.

FIN.

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