Bryan y el Gran Abrazo Mágico



Había una vez un niño llamado Bryan que siempre andaba con una sonrisa en el rostro. En su barrio, todos lo conocían por su risa contagiosa y su extraordinario buen humor. A Bryan le encantaba abrazar a su mamá cada mañana antes de ir a la escuela. "¡Hola, mamá! ¡Hoy será un gran día!"- decía, mientras la abrazaba con todas sus fuerzas. "¡Claro que sí, mi amor!"- respondía su mamá, devolviendo el abrazo con calidez.

Un día, mientras iba camino a la escuela, Bryan notó que algo raro ocurría en el parque. Un grupo de niños estaba sentado en un banco, luciendo tristes y preocupados. Bryan, con su energía positiva, decidió acercarse a ellos. "¿Por qué están tan tristes?"- preguntó.

Los niños miraron a Bryan, sorprendidos por su alegría. "No podemos jugar porque la pelota de fútbol se pinchó y no tenemos otra"- respondió una de las niñas, con una mueca de desánimo.

Bryan, siempre optimista, pensó en una solución. "¡No se preocupen! Yo tengo una idea. ¿Qué les parece si hacemos un juego de abrazos?"- propuso. Los niños se miraron confundidos, pero decidieron darle una oportunidad.

Bryan comenzó a organizar el juego. "Vamos a hacer una cadena de abrazos. Cada uno de nosotros se abrazará con el que tiene a su lado y el que se siente triste tendrá que contar algo bonito que le haya pasado"-.

Al principio, los niños dudaron, pero pronto se unieron a la idea. Uno a uno, comenzaron a abrazarse y a compartir historias alegres. "Una vez, en el cumple de mi hermana, ¡había un montón de globos de colores!"- dijo uno de ellos, sonriendo. "Y en la primavera, ¡las flores del jardín de mi abuela son hermosas!"- añadió otra niña.

Cada abrazo y cada historia hicieron que la tristeza se fuera desvaneciendo. La atmósfera se llenó de risas y buenos recuerdos. Al final del juego, todos se sentían mucho mejor. "¡Gracias, Bryan!"- exclamó uno de los chicos. "Nunca pensé que unos abrazos podrían hacer tanta diferencia"- añadió otro.

Bryan sonrió, y se dio cuenta de que su idea había funcionado. "A veces, lo que necesitamos es algo de cariño y compartir momentos alegres. ¿Qué les parece si hacemos esto cada semana?"-

Los niños se pusieron de acuerdo y decidieron que todos los viernes, después de la escuela, tendrían su día de abrazos. Desde entonces, el parque se llenó de risas y abrazos, y la amistad entre los niños creció cada vez más.

Sin embargo, un día, Bryan se dio cuenta de que su grupo de amigos se había vuelto más grande. Nuevos niños habían llegado al barrio, pero no se unían a los abrazos. "¿Por qué no vienen a jugar con nosotros?"- preguntó Bryan, un poco preocupado.

Un niño nuevo, llamado Lucas, respondió con timidez. "No sé... nunca he jugado con otros niños. A veces tengo miedo de que no me quieran"-.

Bryan, con su característico entusiasmo, decidió actuar. "No hay que tener miedo, Lucas. Ven con nosotros. ¡Te prometo que te gustará!"- y corrió hacia él, dándole un gran abrazo. "¡Los abrazos son mágicos!"-

Lucas sonrió tímidamente y, después de un momento, se unió al grupo. Los niños lo recibieron con los brazos abiertos, y pronto Lucas comenzó a compartir historias divertidas también.

A medida que pasaban los días, más y más niños se reunían para compartir su alegría y sus abrazos. Lo que comenzó como una simple idea de Bryan se convirtió en un hermoso ritual que unió a toda la comunidad. Y Bryan siempre recordaba que, a veces, una sonrisa y un abrazo pueden cambiar el día de alguien.

Cada viernes, el parque retozaba con risas, historias y un montón de abrazos. Y así, la magia de los abrazos siguió llenando de amor y amistad el corazón de todos los niños del barrio. Bryan, con su espíritu alegre, había logrado algo increíble: recordarles a todos que, juntos, siempre se puede enfrentar cualquier tristeza, solo con un abrazo y un poco de amor.

FIN.

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