Caperucita, el Lobo y la Abuela Valiente



Caperucita Roja y el Lobo habían formado una amistad única en el bosque. Caperucita, con su capa roja brillante, solía visitar al Lobo en su cueva, llevando siempre una canasta llena de galletitas que su abuela le horneaba. El Lobo, por su parte, le contaba historias de los secretos del bosque y siempre estaba dispuesto a ayudarla si se encontraba en problemas.

Un día, mientras Caperucita jugaba con el Lobo cerca del río, escucharon un ruido extraño. Era un cazador, enfocado y decidido, que caminaba por el sendero con su escopeta en mano.

"¡Cuidado, Lobo!", gritó Caperucita, asustada.

"No te preocupes, Caperucita. Todo va a estar bien. Solo tengo que esconderme", respondió el Lobo mientras se zambullía detrás de unos arbustos.

El cazador seguía avanzando y, al ver la sombra del lobo, se emocionó:

"¡Finalmente podré llevarme al temido lobo!"

Caperucita, asustada pero determinada, decidió que debía hacer algo.

"¡No!", gritó. "¡El Lobo es mi amigo y no dejaré que le pase nada!"

Justo en ese momento, apareció la abuela de Caperucita, que había escuchado el alboroto.

"Caperucita, ¿qué sucede aquí?"

"¡Abuela! El cazador quiere atrapar al Lobo!"

La abuela, con su sabiduría y amor, se puso en acción.

"No te preocupes, hija. Vamos a pensar en un plan."

Pensaron y pensaron. De repente, la abuela tuvo una idea brillante.

"Caperucita, ¿recuerdas esas galletitas que trajiste? ¡Podemos usarlas de señuelo!"

"¡Es una gran idea, abuela!"

Caperucita y la abuela se pusieron a hacer galletas mientras el Lobo se mantenía escondido. Juntas, hicieron un enorme rastro de galletitas que llevaban hacia un claro en el bosque, lejos de donde El Lobo estaba escondido.

"¡Este trayecto lo llevará lejos de aquí!", sonrió Caperucita.

"¡Y nosotros nos quedaremos aquí para atrapar al cazador!", agregó la abuela, lista para proteger a su nieta y a su amigo.

Cuando el cazador llegó al lugar donde había visto la sombra del Lobo, se asomó entre los arbustos. Lo que encontró fue un rastro de galletitas brillantes que chisporroteaban bajo el sol.

"¿Qué será esto?"

Siguió el rastro, pensando que quizás encontraría algo más increíble que un lobo. Y así, cada galletita lo llevó más lejos, hasta que finalmente el cazador se encontró con Caperucita y la abuela en el claro del bosque.

"¡Hola!", dijo Caperucita con voz dulce. "¿Buscas algo?"

"Estoy buscando al horrible lobo. ¿Lo has visto?"

"No, no hemos visto al Lobo en mucho tiempo. Pero... ¿por qué lo quieres cazar?"

El cazador, confundido por su amabilidad, respondió.

"Porque dicen que es peligroso y asusta a todos en el bosque."

"Pero el Lobo no es peligroso en absoluto. Él es nuestro amigo y solo quiere convivir con los demás", dijo la abuela, mientras se acercaba a él.

El cazador, dudando, se sentó por un momento y escuchó las historias de Caperucita sobre las aventuras que había tenido con su amigo el Lobo.

"Quizás… tal vez el Lobo no sea tan aterrador", reflexionó el cazador.

"Exactamente! “, asintió Caperucita. "Los miedos a veces provienen de la falta de conocimiento."

Finalmente, el cazador decidió irse y buscar otra forma de hacer amistades en el bosque, dejando atrás el miedo que había tenido. Junto con la abuela y Caperucita, se pusieron felices al ver que el Lobo era aceptado.

"¡El Lobo puede venir con nosotros!", propuso Caperucita.

"¡Sí!", exclamó la abuela.

Cuando el Lobo se asomó, descubrío que todo estaba bien.

"¿Qué pasó?", preguntó el Lobo.

"Hicimos un nuevo amigo! Ahora puedes quedarte con nosotros, no necesitas tener miedo!"

El Lobo sonrió y se acercó a ellos, mientras el cazador se alejaba con una gran sonrisa en el rostro.

Desde ese día, la amistad en el bosque creció, y todos aprendieron que no debía haber miedo hacia lo desconocido. A veces, solo necesitas una buena galletita y un poquito de valor para cambiar el corazón y las mentes de los demás.

Y así, Caperucita, el Lobo y su abuela vivieron felices en un bosque lleno de nuevas amistades y aventuras.

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FIN.

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