Caperucita Roja en el Bosque Mágico



Caperucita Roja vivía en un acogedor pueblito al borde de un bosque mágico. Este bosque era conocido por sus árboles altos, flores brillantes y, sobre todo, por sus criaturas fantásticas. Un día, su mamá le pidió que llevara una canasta con alimentos a su abuela, que vivía al otro lado del bosque.

"- Caperucita, querida, ¿podrías llevarle esta canasta a la abuela?" - preguntó su mamá, dándole un beso en la frente.

"- Claro, mamá. ¡Le va a encantar!" - respondió Caperucita, emocionada por la aventura.

Antes de salir, su mamá le advirtió: "- No te alejes del camino y no hables con extraños".

Con la canasta en una mano y su caperuza roja brillante en la otra, Caperucita comenzó su trayecto entre los árboles del bosque. Todo era hermoso, lleno de colores y sonidos mágicos. Sin embargo, mientras caminaba, escuchó un susurro a su alrededor.

"- ¡Caperucita! ¡Caperucita!" - decía una pequeña voz.

Al voltear, Caperucita vio a un pequeño duende con un gorro puntiagudo. Me resbalé de un tronco y casi me caigo, pero ahora te he encontrado.

"- Hola, duendecillo. ¿Qué haces aquí?" - preguntó Caperucita, intrigada.

"- Soy el guardián de este bosque. Te he visto con tu hermosa capa roja y no puedo resistirme a ayudarte. Pero tienes que prometerme que no te alejarás del camino".

Caperucita asintió y continuó su camino. Mientras caminaba, se encontró con un arroyo que no recordaba haber visto antes. El agua brillaba como diamantes.

"- ¿Debería cruzarlo?" - pensó.

Justo en ese momento, el duende apareció de nuevo.

"- Este arroyo es mágico, pero debes ser cuidadosa. Si decides cruzarlo, podrías olvidar tu objetivo".

"- ¿Olvidar mi objetivo? No, no puedo hacer eso. Tengo que llevarle la merienda a mi abuela".

"- Buen decisión, Caperucita. ¡Es hora de seguir el camino!" - exclamó el duende con una sonrisa.

Caperucita se sintió agradecida por tener al duende de su lado. Continuó su camino, cantando y disfrutando de la belleza del bosque. Pero luego, de repente, apareció un gran lobo.

"- Hola, linda niña. ¿A dónde vas tan sola?" - preguntó el lobo, moviendo la cola.

"- Estoy en camino a ver a mi abuela, que vive al otro lado del bosque" - respondió Caperucita, recordando la advertencia de su mamá.

"- ¿Por qué no pasas por el campo de flores? Son más lindas y te hará feliz" - sugirió el lobo, tratando de parecer amigable.

"- No puedo, tengo que llegar pronto" - insistió Caperucita.

El lobo, frustrado, decidió correr hacia la casa de la abuela antes que ella. Mientras, Caperucita decidió seguir adelante y no dejarse distraer. Al llegar a la casa de su abuela, encontró la puerta abierta y la abuela no estaba en su lugar.

"- ¡Abuela!" - gritó Caperucita.

El lobo, disfrazado, salió de un rincón oscuro de la casa. Pero Caperucita, valiente y astuta, no se dejó engañar.

"- ¡Eres tú, lobo! Dime, ¿dónde está mi abuela?" - preguntó, con una voz firme.

"- Está bien. Yo solo quería comer una merienda rica..." - respondió el lobo, un poco nervioso.

Caperucita recordó las enseñanzas del duende. Entonces, decidió usar su ingenio.

"- Si quieres algo rico, ¿por qué no hacemos una merienda juntos? Puedo cocinar unas ricas galletas".

El lobo, intrigado, se olvidó de su plan y decidió unirse a Caperucita. Juntos hicieron galletas, y cuando terminó, la abuela apareció tras la puerta feliz.

"- ¿Qué está pasando aquí?" - preguntó la abuela, sorprendida de ver al lobo.

"- No te preocupes, abuela. Solo está aquí para probar nuestras galletitas" - respondió Caperucita, mientras el lobo sonreía, sintiéndose a gusto.

Entonces, las tres criaturas compartieron la merienda y se rieron. El lobo se dio cuenta de que no necesitaba ser temido ni intimidar a los demás; ser amable era mucho más divertido. Caperucita y el duende se hicieron amigos del lobo, y desde entonces, lo visitaban a menudo.

Al final, Caperucita aprendió que a veces, lo que parecía un peligro podía cambiar con un poco de amabilidad y creatividad, convirtiendo un potencial enfrentamiento en una amistad inesperada. Volvió a casa, feliz por su aventura, y contenta de haber ayudado a un nuevo amigo en el bosque mágico.

"- ¡Gracias, duendecillo, por tu ayuda!" - exclamó Caperucita al despedirse.

"- No olvides siempre ser amable y usar tu ingenio, Caperucita. ¡Hasta la próxima!" - respondió el duende, desapareciendo entre los árboles.

Desde entonces, el bosque mágico siempre tuvo nuevas historias que contar, y la amistad floreció en cada rincón.

FIN.

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