Caperucita y el Bosque Mágico



Érase una vez una niña llamada Caperucita, que vivía en un pequeño pueblo. Un día, Caperucita decidió salir a buscar manzanas en el bosque. Se puso su caperuza roja, que adoraba, y se despidió de su mamá.

"¡Voy a buscar las manzanas más ricas!" - dijo Caperucita emocionada.

Caperucita caminó y caminó, admirando las maravillas de la naturaleza. Sin embargo, mientras buscaba, se distrajo mirando a una hermosa mariposa. Sin darse cuenta, se fue alejando del camino.

"¿Dónde estoy?" - se preguntó Caperucita, mirando a su alrededor. Todo le parecía diferente y un poco aterrador. Las sombras de los árboles parecían más largas y el viento soplaba más fuerte.

Mientras tanto, en el hogar de Caperucita, su abuela la estaba esperando para el té de la tarde. Pero notó que su nieta no regresaba.

"¡Caperucita!" - llamó la abuela, asomándose por la ventana. Al no obtener respuesta, comenzó a preocuparse.

Así que decidió salir a buscarla. Se puso su abrigo y tomó su sombrero. A pesar de su edad, su corazón era valiente y sabía que debía rescatar a su pequeña.

Caperucita, por su parte, trataba de encontrar el camino de regreso, pero cada vez se sentía más perdida. Fue entonces cuando escuchó un ruido a sus espaldas. Era un lobo, pero este no era un lobo cualquiera; era un lobo amistoso llamado Lucas.

"¡Hola, pequeña! ¿Te perdiste en el bosque?" - le preguntó el lobo con voz suave.

Caperucita se sobresaltó un poco, pero vio que el lobo no parecía amenazante.

"Sí, estoy buscando manzanas y no sé cómo regresar a casa" - respondió Caperucita, tratando de no tener miedo.

"No te preocupes, yo conozco este bosque mejor que nadie. Te ayudaré a encontrar el camino" - dijo Lucas con una sonrisa.

Mientras tanto, la abuela de Caperucita vagaba por el bosque. Llamaba su nombre con esperanza, cuando de repente escuchó un susurro entre los árboles.

"¿Caperucita?" - gritó, acercándose a la fuente del sonido.

Era un grupo de ardillas que la miraban con curiosidad.

"¿Han visto a mi nieta?" - preguntó, tratando de sonar tranquila.

Una ardilla, que era la más valiente del grupo, se adelantó y dijo:

"Sí, la vimos cerca del río. Tiene una mariposa cerca de ella. Nosotros podemos ayudarte a encontrarla, ¡sigue a nuestra cola!"

Y así, las ardillas comenzaron a guiar a la abuela hacia el río. Mientras tanto, Lucas le mostraba a Caperucita las diferentes variedades de manzanas que crecen en el bosque.

"¡Mira! Esta es una manzana dorada. Es la más rica de todas. ¿Te gustaría probarla?" - le dijo el lobo.

Caperucita no podía creer la belleza de las frutas que Lucas le mostraba. Pero recordó que debía regresar a casa; su abuela seguramente la estaba buscando.

"Lucas, me encantaría probarlas, pero debo irme. Mi abuela se preocupa por mí" - dijo Caperucita.

"Entiendo, Caperucita. Te acompañaré hasta casa, y así podrás venir otro día a recoger manzanas conmigo" - respondió el lobo, muy amable.

Juntos comenzaron a caminar hacia la salida del bosque. De repente, escucharon el grito de la abuela de Caperucita.

"¡Caperucita!" - llamó, con su voz llena de amor y preocupación.

Caperucita corrió hacia el sonido y, al asomarse entre los árboles, vio a su abuela.

"¡Abuela! ¡Estoy aquí!" - gritó Caperucita, feliz de verla.

La abuela corrió hacia ella y la abrazó fuertemente.

"Nunca más te alejes de casa, querida. Siempre estaré aquí para cuidarte" - dijo con lágrimas de felicidad.

Caperucita miró a Lucas, que se había alejado un poco para no incomodar a las dos.

"Gracias, Lucas, por ayudarme a volver a casa. Espero verte pronto" - le dijo Caperucita con una sonrisa.

"Por supuesto, pequeña. Siempre habrá un lugar para ti en este bosque" - respondió Lucas, despidiéndose con un guiño.

Y así, Caperucita y su abuela regresaron a casa, donde prepararon un delicioso pastel de manzana. A partir de ese día, Caperucita aprendió sobre el valor de la precaución y la amistad, y siempre compartió sus nuevas aventuras en el bosque con su abuela, quien jamás se separaba de ella de nuevo.

Y así, cada vez que se aventuraba en el bosque, Caperucita sabía que, incluso en los momentos más inciertos, siempre habría amigos dispuestos a ayudarla. Fin.

FIN.

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