Caperucita y el Lobo de la Amistad



Caperucita Roja era una niña curiosa y aventurera. Un día, escuchó de un misterioso lugar donde se vendían animales en el bosque. Su corazón latía con emoción al pensar en la posibilidad de tener un lobo como mascota. "¡Sería increíble tener un lobo que pueda correr junto a mí!" pensó entusiasmada.

Un soleado día, decidió visitar la tienda de animales. Al entrar, vio muchos animales adorables, pero su mirada se iluminó al escuchar el aullido lejano de un lobo. Intrigada, se acercó al dueño de la tienda y preguntó:

"¿Tienen lobos para vender?"

"Lo siento, pequeña, pero ya no me quedan lobos. Se han vendido todos", respondió el dueño, sonriendo con amabilidad.

Caperucita se sintió un poco desilusionada, pero decidió mirar otros animales. Justo en ese momento, se encontró con el cazador, quien estaba interesado en un lindo ciervo, y detrás de él, estaba el lobo, que en realidad tenía un aire muy amistoso.

"Hola, Caperucita", dijo el cazador. "¿Vas a comprar un lobo?"

"Me gustaría, pero parece que no hay", respondió Caperucita, con un atisbo de tristeza.

El lobo, que escuchaba la conversación, dejó escapar un suave aullido que hizo que Caperucita se riera. Tenía un hermoso pelaje gris y ojos amables. Pero el cazador lo miró con desconfianza.

"No deberías tener un lobo cerca, Caperucita. Son animales salvajes y pueden ser peligrosos. Lo mejor es quedarse con algo más amigable", le aconsejó el cazador, mientras acariciaba al ciervo que había elegido.

"Pero... ¿y si el lobo tiene un corazón bueno?" preguntó Caperucita, llena de esperanza.

El cazador, sorprendido por la pregunta, reflexionó. Pero en ese momento el lobo se acercó aún más a Caperucita y, con una sonrisa amistosa, le dijo:

"Soy un lobo que no busca pelea. Solo quiero ser tu amigo."

Caperucita nunca había hablado con un lobo antes, pero sentía que podía confiar en él. El cazador lo miró un poco preocupado, pero Caperucita se sintió atraída por su dulzura. Sin embargo, el dueño de la tienda se acercó de nuevo, interrumpiendo sus pensamientos.

"Lamentablemente, no puedo venderte un lobo. Pero puedo ofrecerte un conejito que es muy amigable y tiene mucha energía. ¡Podrías jugar con él todos los días!"

"Quizás sería mejor una opción más segura", sugirió el cazador.

Resignada, Caperucita decidió que un conejito podría ser una buena compañía. Al final, eligió un conejito de pelaje blanco que saltaba alegremente. Mientras se dirigía a casa con su nuevo amigo, no pudo dejar de pensar en el lobo.

Cuando llegó a la casa de su abuelita, la anciana se le acerca, llena de alegría al ver a su nieta.

"¡Hola, Caperucita! Me alegro de verte. ¿Qué traes contigo?"

"¡Mira, abuelita! Este es mi nuevo conejito. ¡Es muy lindo!"

"Es precioso, querida. Estoy muy contenta de que no hayas comprado un lobo. No todos los animales son como parecen", dijo su abuelita.

Caperucita asintió, recordando la mirada amigable del lobo. Tal vez un día podría encontrarlo de nuevo y demostrarle que los amigos no siempre tienen que ser como uno se imagina. Nunca falta la oportunidad de aprender y encontrar la amistad en lugares inesperados.

Y así, Caperucita y su nuevo conejito vivieron muchas aventuras juntas, recordando que lo importante no es la apariencia, sino el corazón de cada criatura. Al final, la amistad vale más que cualquier capricho.

FIN.

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