Chloe y el Chocolate Caliente



Era una tarde fría de invierno en la ciudad, y Chloe se acurrucaba en su manta favorita, mirando por la ventana mientras la nieve caía suavemente. Con una taza de chocolate caliente en sus manos, soñaba con aventuras y lugares lejanos.

- ¡Mmm! -exclamó Chloe mientras tomaba un sorbo de su delicioso chocolate caliente-. Este es el mejor remedio para el frío.

Pero no solo el chocolate caliente la hacía feliz; Chloe tenía un gran sueño.

- ¡Oh, cómo me gustaría ir a Grecia! -dijo en voz alta, imaginándose caminando por las hermosas playas azules y los antiguos templos.

De repente, a través de la ventana, vio una extraña luz brillante en el cielo. Era un pequeño dragón de colores que bajaba lentamente hacia su jardín.

- ¡Hola, Chloe! -dijo el dragón, que se llamaba Zico-. He escuchado tus deseos y tengo la solución: ¿quieres teletransportarte a Grecia?

Chloe, sorprendida, dejó caer su taza de chocolate, pero el dragón se aseguró de que no se rompiera.

- ¡Sí, por favor! -gritó Chloe con emoción.

Zico sonrió y con un suave movimiento de su cola, hizo que Chloe se montara en su espalda.

- ¡Agárrate fuerte! Vamos a ver Grecia, ¡y prometo que habrá chocolate caliente!

Con un batir de alas, el dragón y Chloe se elevaron en el aire y en un abrir y cerrar de ojos, estuvieron en una playa de arena dorada en Grecia.

- ¡Mirá, Chloe! -dijo Zico señalando a las olas-. ¡Podemos jugar en el agua!

Pero antes de que pudieran saltar, escucharon un fuerte grito. Era una tortuga atrapada en una red.

- ¡Oh no! -exclamó Chloe-. ¡Debemos ayudarla!

Zico asintió.

- ¡Usa tu teletransportación para llevar la red a un lugar seguro!

Chloe sonrió y cerró los ojos, imaginando el lugar más adecuado. Con un chasquido, la red desapareció, liberando a la tortuga.

- ¡Gracias, gracias! -dijo la tortuga, que se llamaba Tula-. Nunca pensé que me salvarías.

- ¡De nada! -respondió Chloe alegremente-. Todos deberíamos ayudarnos unos a otros.

Zico, sintiendo que era hora de una deliciosa recompensa, voló a una cantina cercanamente conocida por su chocolate caliente.

- Aquí lo tienes, Chloe. No puedes ir a Grecia sin probar el chocolate griego -dijo Zico mientras le servía una taza.

Chloe dio un sorbo y sonrió.

- ¡Es increíble!

Después de un día lleno de diversión, llegó el momento de regresar a casa.

- ¿Te gustaría quedarte y explorar más? -preguntó Zico.

- Me encantaría, pero tengo que volver y contarle a mis amigos sobre nuestras aventuras.

Zico sonrió y le ofreció la mano.

- Entonces, ¡vamos!

De un salto, regresaron a su jardín mientras la noche caía.

- ¡Gracias, Zico! -dijo Chloe, llena de gratitud-. Hoy fue el mejor día de mi vida.

- No olvides que siempre podrás volver y ayudar a otros, Chloe. Nunca subestimes el poder de la amistad -dijo Zico antes de volar hacia el cielo estrellado.

Desde aquel día, Chloe no solo aprendió a disfrutar del chocolate caliente y soñar con aventuras en lugares lejanos, sino que también entendió el valor de ayudar a los demás.

Cada invierno, mientras saboreaba su taza de chocolate caliente, pensaba en Grecia, en su amiga tortuga y en el valiente dragón que la enseñó que el verdadero superpoder era el amor y la amistad. Y así, Chloe siguió soñando y ayudando a quienes lo necesitaban, con una gran sonrisa en su rostro y un dulce sabor en su corazón.

FIN.

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