De la Tristeza a la Felicidad



Había una vez un niño llamado Juanito, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. A pesar de que el paisaje era hermoso, Juanito sentía que una sombra lo seguía a donde quiera que iba. "¿Por qué me siento así?" - solía decirse a sí mismo mientras miraba por la ventana de su habitación.

A medida que pasaron los años, Juanito creció, pero la tristeza lo acompañaba como un viejo amigo. "No entiendo por qué estoy tan deprimido", le confesó a su madre un día. "Juanito, a veces la vida nos da retos, pero también está bien pedir ayuda" - le respondió ella, acariciándole el cabello. Sin embargo, Juanito no sabía cómo pedir ayuda.

Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con un anciano sabio. "¿Por qué tan apresurado, joven?" - preguntó el anciano. Juanito le explicó su tristeza y cómo sentía que nada lo hacía feliz. "La felicidad no es algo que se encuentra, es algo que se construye día a día" - dijo el anciano, mientras sonreía. Este consejo resonó en la mente de Juanito.

Decidió que quería cambiar su vida, así que se lo contó a su mejor amiga, Lila. "Quiero superar esto, Lila. ¿Me ayudarías?" - preguntó Juanito esperanzado. "¡Claro que sí! Vamos a hacer un plan juntos" - respondió ella con entusiasmo.

Juntos hicieron una lista de cosas que les gustaban. Empezaron a hacer actividades como pintar, jugar en el parque y ayudar a otros en su comunidad. Poco a poco, Juanito comenzó a sentir que la sombra de su tristeza era más pequeña.

Un día, se dio cuenta de que había comenzado a sonreír más. "¡Lila! Creo que estoy comenzando a sentirme feliz" - exclamó. "Eso es genial, Juanito. Pero recuerda, siempre es bueno hablar de lo que sientes" - le recordó Lila.

Sin embargo, no todo fue fácil. Hubo momentos en que Juanito se sentía abrumado y regresaba a su tristeza. "¡No puedo! Siempre hay algo que me detiene" - gritó una vez, frustrado. Lila, cariñosa, le respondió "Está bien sentir ganas de rendirse. Lo importante es levantarte nuevamente".

Decidido a no rendirse, Juanito decidió pedir ayuda a su profesora, la señorita Clara. "Señorita, me siento perdido a veces. No sé cómo seguir adelante" - confesó. "Hijo, pedir ayuda muestra valentía. Todos necesitamos a alguien con quien hablar" - le dijo la profesora, ayudándolo a encontrar maneras de enfrentar sus sentimientos.

Con cada pequeño paso, Juanito empezó a construir su propia felicidad. Descubrió una nueva pasión por la música y se inscribió en un taller. Allí hizo nuevos amigos que compartían sus intereses. "¡Poder compartir mi música me hace feliz!" - le dijo emocionado a Lila. "Lo sé, Juanito. Está claro que estás brillando más que nunca" - respondió su amiga.

Los años pasaron y Juanito creció hasta convertirse en un hombre. Mirando hacia atrás, se dio cuenta de lo lejos que había llegado. "Me siento orgulloso de mí mismo por haber pedido ayuda y seguir adelante" - reflexionó en una tarde de verano.

Un día, regresó al bosque donde conoció al anciano sabio. "¡Hola, joven! Me alegra verte tan feliz" - dijo el anciano con una sonrisa. "He aprendido a construir mi felicidad, me he rodeado de personas que me apoyan y nunca dejé de pelear" - respondió Juanito, sintiéndose libre.

Con el corazón lleno de alegría y gratitud, Juanito decidió ayudar a otros niños en el pueblo a construir su propia felicidad. "¡Ustedes también pueden! Yo estuve allí, y sé que se puede encontrar la luz en los momentos oscuros" - les decía, contándoles su historia.

Y así, el viaje de Juanito se convirtió en inspiración para otros. Él aprendió que pedir ayuda y rodearse de amigos son los pilares fundamentales para construir una vida llena de colores. Y así, la tristeza se fue, dejando lugar a la más pura y brillante felicidad.

FIN.

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