Draco y la Cueva Misteriosa



Era una noche oscura y tenebrosa en el reino de Verdalia. Las estrellas titilaban tímidamente, como si también tuvieran miedo a lo que podría suceder. En este misterioso reino habitaba un pequeño dragón llamado Draco. Aunque no era un dragón feroz, su escamas brillaban como joyas y su corazón, lleno de curiosidad, lo llevaba a explorar los rincones más insólitos del bosque.

Una tarde, mientras volaba por el aire, Draco divisó la entrada de una cueva oscura y tenebrosa. Los árboles a su alrededor parecían susurrar advertencias.

"¡Cuidado, Draco! ¡No entres ahí! ," gritó su amiga la ardilla Sofía desde la rama de un árbol.

"¿Por qué? Es solo una cueva," respondió Draco, con un brillo de aventura en sus ojos.

Decidido a descubrir sus secretos, Draco se adentró en la cueva. Las paredes eran húmedas y se oían ecos extraños.

"Es un lugar raro, pero fascinante," murmuró Draco, tratando de convencerse a sí mismo.

Mientras volaba por el interior, las sombras parecían moverse y una brisa helada le erizaba las escamas. De repente, se dio cuenta de que había volado demasiado lejos. Se detuvo.

"Oh no, ¿dónde estoy?" exclamó, sintiendo un pequeño nudo en su estómago.

Intentó regresar, pero cada camino parecía llevarlo más profundo en la cueva. La oscuridad se hacía más densa y los ruidos extraños se multiplicaban.

"Tal vez, tengo que gritar para que me encuentren..." pensó. Entonces, alzó su voz: "¡Ayuda! ¡Estoy perdido!"

Sus ecos se devolvieron, creando un sinfín de sonidos aterradores. Las paredes de la cueva parecían cerrarse alrededor suyo.

Pero fue en ese momento que escuchó un ruido distinto, un suave llanto que lo hizo detenerse. Curioso, siguió el sonido y pronto encontró a una criatura pequeña, un minúsculo dragón de cristal atrapado bajo unas rocas.

"¿Qué te pasó?" preguntó Draco, acercándose con cuidado.

"Estaba jugando y me perdí en la cueva. ¡No sé cómo salir!" respondió el dragón de cristal entre lágrimas.

"No te preocupes, ¡yo te ayudaré!" dijo Draco, sintiendo que su miedo se disipaba lentamente.

Usó su fuerza para mover las rocas y, tras un gran esfuerzo, logró liberar al pequeño dragón.

"¡Gracias!" exclamó el dragón de cristal, brillando intensamente. "Mi nombre es Crystel. Te debo una."

"Yo solo hice lo que cualquier dragón haría,” dijo Draco, sonriendo. “Ahora, necesitamos encontrar la salida juntos."

Los dos dragones, unidos por la valentía y el deseo de ayudar, comenzaron a explorar la cueva. Se dieron cuenta de que el camino era laberíntico, lleno de peligros y obstáculos. Pero, en cada prueba, Crystel utilizaba su luz brillante para iluminar la oscuridad y Draco usaba sus alas para sobrevolar las zonas más difíciles.

"¡Mira!" dijo Crystel. "Allí hay una salida."

"¡Vamos!" respondió Draco con renovada energía.

Corrieron, volaron y, con trabajo en equipo, finalmente llegaron a la salida de la cueva. Cuando el aire fresco les golpeó el rostro, ambos se sintieron liberados.

"¡Lo logramos!" gritaron con alegría.

"Si no fuera por ti, nunca lo hubiera hecho," afirmó Crystel, brillando aún más.

"No, lo hicimos juntos. Cuando enfrentamos nuestros miedos y trabajamos en equipo, podemos superar cualquier desafío," dijo Draco, sabiendo que había aprendido una valiosa lección.

Desde ese día, Draco y Crystel se convirtieron en grandes amigos, explorando juntos el mundo, sabiendo que la verdadera valentía no solo está en enfrentar lo desconocido, sino también en ayudar a los demás y encontrar la amistad en los lugares más oscuros.

FIN.

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