El Amigo de la Calle



Había una vez un perro negro que vivía en la calle. Se llamaba Neo. Era un perro astuto y ágil, pero también muy solitario. Nunca había tenido un hogar y pasaba sus días buscando comida y un lugar donde descansar. Neo observaba a los niños jugando en el parque, pero nunca se unía a ellos por miedo a que lo espantara.

Un día, mientras rondaba el parque, conoció a Tomás, un niño de diez años con una gran sonrisa y un corazón lleno de curiosidad. Tomás estaba sentado en un banco, atando los cordones de sus zapatillas. Al levantar la mirada, vio a Neo, que lo observaba desde lejos.

"Hola, perrito. ¿Por qué no te acercas?" - dijo Tomás con un tono amigable.

Neo, sorprendido, dio un paso hacia adelante, pero luego se detuvo. Nunca había tenido una experiencia como esa. Tomás, notando la timidez del perro, dejó caer su bocadillo en el suelo.

"Mirá, aquí hay algo rico para vos. No te voy a hacer daño" - aseguró el niño.

Con un leve meneo de cola, Neo se aventuró a acercarse y devoró el bocadillo con voracidad. Tomás sonrió y, desde ese día, comenzaron a formar un vínculo especial. Cada tarde, Tomás iba al parque para compartir su merienda con Neo. Hablaban de cosas cotidianas, de la escuela y de sus sueños.

Pero un día, cuando Tomás llegó al parque, no encontró a Neo. Buscó por todos lados, preguntó a otros niños, pero nadie sabía dónde estaba. Desesperado, regresó a su casa y decidió hacer algo.

"No puedo dejar que mi amigo se pierda" - pensó. Así que tomó un papel y un marcador, y comenzó a dibujar carteles.

"¡Buscando a mi perro negro! Si alguien lo ve, por favor, llame al..." y anotó su número.

Al día siguiente, pegó los carteles en el barrio y siguió buscando con la esperanza de encontrar a Neo. Pasaron los días, y Tomás seguía sin rendirse. La comunidad se unió, ayudando al niño en su búsqueda. Hasta la señora Rosa, que siempre estaba regañando a los niños, salió de su casa con su perro y se sumó a la búsqueda.

Finalmente, después de una semana de búsqueda, un niño en la escuela le dijo a Tomás:

"¡Vi un perro negro en el basural! Podría ser tu amigo".

Tomás corrió hacia el basural y allí encontró a Neo, asustado y sucio.

"¡Neo! ¡Sos vos!" - exclamó Tomás, arrodillándose y abriendo los brazos.

Neo se lanzó a sus brazos y lamió su cara, lleno de alegría.

"No puedo creer que te encontré. Nunca más te voy a dejar solo" - prometió Tomás.

Desde ese día, Tomás llevó a Neo a su casa, donde su familia lo recibió con alegría. Neo ya no era un perro de la calle; había encontrado un hogar lleno de amor.

Tomás aprendió que la amistad puede superar cualquier obstáculo y que, a veces, solo se necesita un poco de esfuerzo y coraje para hacer lo correcto.

Con el paso del tiempo, Neo enseñó a Tomás el verdadero significado de la lealtad y la felicidad. Juntos, estaban listos para vivir muchas aventuras y disfrutar de su nueva vida como amigos inseparables. Y así, Neo comprendió que la familia no siempre se elige, pero cuando se encuentra, es un tesoro que hay que cuidar con cariño.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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