El Arcoíris de Colores



Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Lucas que soñaba con ser científico. Su habitación estaba llena de libros y experimentos, y cada vez que veía un arcoíris en el cielo, sus ojos brillaban de emoción. Una tarde, mientras paseaba por el parque, escuchó a unos chicos que hablaban sobre un experimento maravilloso para crear su propio arcoíris.

"¡Hola Lucas!" - dijo Ana, una de sus amigas.

"¡Hola! ¿De qué hablan?" - preguntó Lucas, entusiasmado.

"Escuchamos que si juntamos agua, luz y un poco de magia, podemos hacer nuestro propio arcoíris. ¿Te gustaría intentar?" - exclamó Tomás, otro amigo.

Lucas, con una gran sonrisa, dijo:

"¡Por supuesto! Vamos a hacerlo juntos."

Los tres amigos se pusieron en marcha. Primero, fueron a buscar un balde grande. Luego, llenaron el balde con agua fresca del estanque cercano. Cuando todo estuvo listo, Ana se encargó de conseguir un espejo viejo que había encontrado en su casa.

"Con este espejo, cuando le dé la luz del sol al agua, tal vez logremos que se forme un arcoíris" - explicó Ana.

"¡Perfecto! Necesitamos un día soleado para que funcione mejor" - agregó Lucas, mirando al cielo.

Al día siguiente, el sol brillaba intensamente. Los amigos llevaron el balde al patio de la escuela y comenzaron el experimento. Lucas sostuvo el espejo en un ángulo especial para reflejar los rayos del sol sobre el agua.

"¡Ahora, esperemos!" - dijo Lucas con ansias.

De pronto, un hermoso arcoíris comenzó a aparecer en el aire.

"¡Lo logramos!" - gritaron todos juntos, saltando de alegría.

"Es mágico, parece un arcoíris de verdad" - dijo Tomás sorprendido.

Pero justo cuando todos estaban disfrutando, una nube oscura apareció repentinamente y cubrió el sol. El arcoíris comenzó a desvanecerse.

"¿Qué pasa?" - preguntó Ana, con un brillo de preocupación en sus ojos.

"No hay suficiente luz" - respondió Lucas, pensativo.

De repente, Tomás tuvo una idea.

"¿Y si buscamos algo para hacer nuestra propia luz?"

"¡Genial!" - exclamó Ana. "¿Qué podríamos usar?"

Los amigos se pusieron a pensar y, finalmente, decidieron usar linternas. Corrieron a la casa de Tomás y buscaron linternas pequeñas en todos lados. Tomás encontró tres.

"¡Aquí están!" - dijo emocionado. "¿Ahora qué?"

"Podemos crear nuestro propio arcoíris con la luz de estas linternas" - dijo Lucas.

Volvieron al patio y, mientras la nube seguía cubriendo el sol, comenzaron a iluminar el balde con las linternas.

"Vamos a colocar las linternas alrededor del balde y reflejar la luz con el espejo" - dijo Ana.

Colocaron las linternas estratégicamente y, al igual que antes, Lucas sostenía el espejo. Después de unos momentos, una luz brillante comenzó a reflejarse en el agua, y un nuevo arcoíris apareció, más intenso que el anterior.

"¡Es espectacular!" - gritó Tomás. "Lo hicimos, creamos nuestro propio arcoíris."

Los tres amigos se abrazaron, llenos de alegría. Habían trabajado juntos y con ingenio para superar la adversidad. Lucas sonrió y dijo:

"Esto nos enseña que no importa qué obstáculos se presenten, siempre podemos encontrar una solución si trabajamos en equipo."

Desde entonces, Lucas, Ana y Tomás continuaron explorando y creando nuevos experimentos. Aprendieron que la ciencia es mágica, pero también se necesita ingenio y sobre todo, amistad.

Así fue como un día nublado se convirtió en el inicio de muchas aventuras científicas para estos tres amigos. Y cada vez que veían un arcoíris, sonreían recordando que, con creatividad y trabajo en equipo, podían lograr cosas sorprendentes.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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