El bailarin de aguacate



Era una vez en un colorido pueblo de Costa Rica donde los aguacates crecen como el sol brilla. En ese pueblo vivía un chico llamado Felipe, pero todos lo llamaban Feliz porque siempre tenía una sonrisa en su rostro. Feliz era un apasionado del baile. Desde que era un niño, meneaba sus pies al ritmo de la música que su abuela solía poner para él.

Un día, mientras disfrutaba de un delicioso aguacate en la mesa de su cocina, empezó a soñar.

- “¿Te imaginas, aguacate mío, que algún día pueda bailar en el escenario más grande de todos? ” - dijo feliz, mirando al aguacate con entusiasmo.

El aguacate se quedó quieto, por supuesto, pero Feliz estaba convencido de que su pequeño amigo lo comprendía.

Un día, el barrio decidió organizar un festival de baile, y Feliz, lleno de energía, decidió inscribirse para participar.

- “¡Voy a ser el mejor bailarín del festival! ” - exclamó, mientras ensayaba coreografías frente a la mesa donde siempre comía aguacates. Sin embargo, sus amigos no eran tan optimistas.

- “Feliz, el festival es muy grande. Muchos chicos ya bailan desde hace mucho tiempo” - le dijo su amiga Clara, mientras preparaba unas tortillas allí mismo.

- “¡Eso no importa! Yo tengo un amor por el baile que nadie más tiene” - respondió Feliz, decidido.

Sin embargo, a medida que se acercaba el festival, los nervios empezaron a atormentarlo.

- “¿Y si no soy lo suficientemente bueno? ” - pensó un día mientras partía un aguacate en su mesa.

Pero justo en ese momento, una idea brillante llenó su mente. ¡Podía bailar junto a su amigo aguacate! De repente, tuvo una idea divertida: ¿y si el aguacate era su compañero de baile?

Al otro día, se colocó unas pequeñas piernas de papel, y empezó a ensayar sus pasos mientras hablaba con su peculiar compañero.

- “¡Vamos, aguacate! ¡Hoy es el día de mostrarles que no necesitas ser el mejor para disfrutar el baile! ” - exclamó Feliz, girando y saltando alrededor de la mesa.

El día del festival llegó y la plaza estaba colmada de gente. Niños, adultos, todos estaban listos para disfrutar del evento. Cuando llegó el turno de Feliz, se sintió un poco mareado de nervios, pero al mirar al aguacate en sus manos, recordó su promesa: sería el mejor por dentro.

Subió al escenario, y todo se iluminó. Al son de la música, empezó a mover los pies y a girar con una energía contagiosa. La audiencia, por momentos, no podía creer lo que veía: un niño bailando con un aguacate en la mano, llenando de risas y alegría a todos los presentes.

De repente, en medio de una pirueta, el aguacate se deslizó y cayó, rodando por el escenario.

Los gritos de sorpresa fueron rápidamente reemplazados por carcajadas.

- “¡Ups! ¡Esto estuvo planeado! ” - dijo Feliz riendo, mientras comenzaba a bailar alrededor del aguacate en el suelo.

La multitud estalló en vítores y aplausos, disfrutando la ocurrencia. Al final de su actuación, no solo había hecho reír a todos, sino que también se había llenado de confianza.

Cuando terminó, fue recibido con un fuerte aplauso.

- “Feliz, ¡fuiste increíble! No necesitamos ser perfectos para disfrutar de lo que hacemos” - le dijo Clara, mientras corría hacia él al finalizar la actuación.

Feliz sonrió.

- “Tenés razón, lo más importante es disfrutar el momento, como si estuviera bailando con mi amigo aguacate.”

A partir de ese día, Feliz se convirtió en el pequeño bailarín del pueblo, siempre bailando con su aguacate. Y aunque nunca se convirtió en un bailarín clásico, su alegría y amor por la danza lo hicieron brillar como una estrella. Siempre recordando a sus amigos que la verdadera felicidad está en disfrutar de cada paso y cada movimiento, sin miedo a caer.

FIN.

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