El Bosque de la Amistad



Era un hermoso día en el Bosque de la Amistad, donde todos los animales vivían en armonía. Sin embargo, esa mañana, un terrible alboroto se escuchó, interrumpiendo la paz del lugar.

"¡Ayuda! ¡Ayuda!" gritaba Lila, la ardilla. Todos los animales se reunieron alrededor de su árbol.

"¿Qué te pasa, Lila?" preguntó Tito, el conejo, preocupado.

"Mi pequeña cría se ha caído del árbol y no puedo alcanzarla. ¡La necesito!" lloraba la ardilla.

"¿Cómo podemos ayudar?" dijo Momo, el búho, con sabiduría.

"Yo puedo trepar el árbol y hacerle compañía a Lila mientras encuentra a su cría," ofreció Pipo, el ratón, con valentía.

"¡No! Tú eres muy pequeño, podrías caerte también," respondió Zuri, la tortuga, intentando cuidar de todos.

"Yo puedo ayudar," ofreció Gigi, la gaviota que pasaba volando. "Puedo volar hasta el árbol y tratar de buscar la criaturita desde arriba."

"Pero no tenemos que actuar solo, necesitamos unirnos y hacer un plan," recordó Tito. Todos asintieron, comprendiendo que juntos serían más fuertes.

"Así que, Gigi, trepa hasta la cima y busca desde allí. Mientras tanto, todos podemos hacer una cadena humana con nuestras patas y alas para formar un soporte," sugirió Momo.

Entonces, mientras Gigi volaba hacia el árbol, los animales se alinearon. Zuri se colocó en la base, seguida por Tito, y luego todos los demás se unieron, encadenando sus cuerpos para sostener a los que intentaban subir.

"¡Allá voy!" gritó Gigi desde lo alto. Pudo ver a la pequeña cría, atrapada en una rama.

"¡Ya la vi! Está tres ramas más arriba, está muy nerviosa y no puede bajar!" exclamó. "¡Tío Pipo, vení a ayudarme! Tú puedes alcanzarla con tu agilidad."

Pipo subió con cuidado, siguiendo las indicaciones de Gigi. Primero trepó por Zuri, luego por Tito, y finalmente llegó a la rama donde estaba la pequeña cría.

"¡Tranqui, pequeña! Ya estoy aquí. No tengas miedo, te ayudaré a bajar," le dijo Pipo mientras la rodeaba con cuidado.

"¡La abrazaré y la bajaré con cuidado!" anunció Pipo mientras descendía.

Finalmente, tras un gran esfuerzo, todos los animales lograron que Lila y su cría se reunieran.

"¡Gracias! No hubiera podido hacerlo sola!" gritó Lila, llena de gratitud.

"¡Lo hicimos juntos!" aclamó Tito.

Desde ese día, los animales del Bosque de la Amistad comprendieron que la solidaridad y la cooperación son las mejores maneras de superar cualquier obstáculo. Siempre que se unían, podían enfrentarse a cualquier desafío, por difícil que pareciera.

Y así, el bosque siguió siendo un lugar de paz y alegría, donde la amistad y la solidaridad siempre prevalecían.

Moraleja: La verdadera fuerza está en la unión y en ayudarnos unos a otros en tiempos de necesidad.

FIN.

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