El Bosque de los Colores Perdidos



En un reino lejano, donde los árboles danzaban con el viento y las flores cantaban al amanecer, existía un bosque mágico llamado "El Bosque de los Colores Perdidos". Este lugar, una vez lleno de tonalidades brillantes, había comenzado a desvanecerse: las hojas se volvían grises, y las flores, marchitas.

Un día, Sofía, una niña curiosa y valiente, decidió visitar el bosque. Con su mochila llena de lápices de colores y su inseparable amigo, un pequeño burro llamado Bruno, se adentraron en el sendero.

"¿Por qué los árboles están tan tristes, Sofía?" - preguntó Bruno, mirando las hojas grises.

"No lo sé, Bruno. ¡Pero debemos averiguarlo! Quizás podamos ayudarles" - respondió Sofía, con determinación.

Al caminar, se encontraron con un viejo búho llamado Don Sabio, quien observaba todo desde una rama.

"¿Qué les trae al Bosque de los Colores Perdidos?" - preguntó con voz profunda.

"Queremos ayudar a que el bosque vuelva a brillar. ¿Por qué ha perdido su color?" - contestó Sofía.

"Los colores se han perdido por la tristeza y el olvido. Si encuentran la Fuente de los Colores, podrían devolverle la vida a este lugar" - explicó Don Sabio.

Intrigados, Sofía y Bruno le preguntaron cómo encontraban esa fuente.

"Sigan el camino hacia la montaña de las Nubes Rojas. Pero tengan cuidado, ya que en el camino hay muchos desafíos así que deben trabajar en equipo" - aconsejó el búho.

Sofía y Bruno empezaron su aventura. El primer desafío fue cruzar un río de aguas turbulentas. Sofía pensó rápidamente y encontró una manera de construir un puente usando troncos y piedras.

"¡Mirá! ¡Podemos atravesar juntos!" - dijo Sofía, orgullosa de su trabajo en equipo.

Mientras cruzaban, se dieron cuenta que el río, a pesar de ser un reto, les había enseñado que la colaboración era esencial.

Al llegar a la montaña, se encontraron con un laberinto de arbustos espinosos.

"Yo me encargaré de despejar el camino" - propuso Bruno, utilizando su fortaleza.

"Y yo puedo buscar el camino más claro desde arriba" - sugirió Sofía, trepando un árbol cercano.

Con esfuerzo, lograron cruzar el laberinto, y comenzaron a ver un brillo tenue que venía del otro lado.

Finalmente, llegaron a la Fuente de los Colores. Pero para su sorpresa, encontraron que estaba custodiada por un dragón de escamas plateadas. Aterrados, se dieron cuenta de que el dragón no parecía malvado, sino triste.

"¿Por qué guardas esta fuente, oh dragón?" - se atrevió a preguntar Sofía.

"Porque me han olvidado, y mi hogar se ha vuelto gris. Sin colores, sin alegría, nada tiene sentido" - el dragón suspiró.

Sofía, conmovida, se acercó.

"Podemos ayudarte. Si permites que usemos la fuente, prometemos nunca olvidarte y compartir la historia de los colores perdidos" - dijo con confianza.

El dragón, sorprendido por su propuesta, asintió lentamente. Sofía se acercó a la fuente, tomó algunos colores, y al tocar el agua con su brocha de colores, el brillo se expandió rápidamente por todo el bosque.

Colores vibrantes comenzaron a brotar de los árboles, flores y el cielo. El bosque empezó a cantar.

"¡Mirá, Sofía! ¡Todo volvió!" - exclamó Bruno, saltando de alegría.

El dragón sonrió, sus escamas destellaron de colores.

"Gracias, pequeña amiga. Ahora entiendo que no importa cuán triste sea el tiempo, siempre podemos encontrar color si estamos juntos. Prometo ser el guardián de este bosque y no volver a dejar que se apague" - aseguró.

Sofía y Bruno regresaron a casa, y cada vez que narraban su aventura, el bosque brillaba cada vez más. Aprendieron que a veces, los mayores desafíos son oportunidades, y que la amistad y la colaboración pueden traer de vuelta los colores a nuestras vidas.

FIN.

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