El buen lobo y caperucita



Había una vez un lobo que vivía en el bosque, pero no era un lobo cualquiera, era un lobo bueno, que siempre se preocupaba por los demás. Se llamaba Lucho. Lucho pasaba sus días correteando entre los árboles, ayudando a los animales del bosque y disfrutando de la música de los pájaros.

Un día, mientras Lucho estaba paseando, se encontró con una niña que paseaba alegremente por el sendero. Era Caperucita, conocida por su capa roja y su cariño por su abuela.

"Hola, ¿quién sos?" - preguntó Lucho, moviendo la cola emocionado.

"Soy Caperucita, voy a visitar a mi abuela que vive en una dulce cabaña al otro lado del bosque" - respondió la niña con una sonrisa.

Lucho decidió acompañar a Caperucita, ya que le encantaba hacer nuevos amigos. Mientras caminaban, hablaron de muchas cosas, desde los mejores lugares del bosque hasta sus comidas favoritas.

De repente, apareció un cazador llamado Fernando. Lleno de determinación y con una gran trampa en la mano, estaba en busca de Lucho, pues había escuchado rumores de que el lobo del bosque era un peligro.

"Ahí está, el lobo, voy a atraparlo!" - gritó Fernando.

Caperucita, al darse cuenta de lo que sucedía, se puso nerviosa y gritó:

"¡No, por favor! ¡Él es mi amigo!"

"¿Tu amigo?" - dijo Fernando sorprendido. "Pero los lobos son peligrosos".

"No, Lucho es diferente. No tiene nada de malo. Él me ha estado ayudando!" - defendió Caperucita, mirando con confianza al lobo.

Lucho, sintiéndose algo triste, habló con sinceridad.

"No soy un lobo malo, Fernando. Solo quiero cuidar de mis amigos y ayudar en el bosque."

El cazador se detuvo, confuso. No esperaba encontrar a un lobo que hablara y que fuera amigo de una niña. Su curiosidad comenzó a crecer.

"Pero he aprendido que los lobos son astutos y peligrosos" - dijo Fernando, dudando.

Lucho decidió demostrarle que era un lobo diferente.

"¡Acompáñame! Te mostraré que soy un buen lobo" - sugirió Lucho.

Fernando aceptó, un poco reticente pero curioso. Lucho llevó a ambos a su parte favorita del bosque, donde había un claro lleno de flores y mariposas. Allí, Lucho ayudó a un pequeño ciervo a encontrar su camino, y mostró cómo todos los animales del bosque se cuidaban mutuamente.

"¿Ves?" - dijo Lucho. "En este bosque todos somos amigos, y eso es lo que importa."

"Es impresionante ver cómo te quieren los animales" - dijo Fernando, empezando a cambiar de opinión.

Después de toda la aventura, Caperucita recordó su misión.

"Vamos, Lucho, debemos seguir hacia la cabaña de mi abuela, yo traje un plato de sopa. Él se la merece".

Fernando sintió hambre y decidió unirse a ellos. Al llegar a la dulce cabaña de la abuela, la mujer los recibió con una gran sonrisa.

"¡Hola, mis queridos! ¡Qué alegría tener visitas!" - exclamó la abuela. "Vengan, tengo sopa calentita para ustedes".

Todos se sentaron alrededor de la mesa. Lucho, Caperucita y Fernando compartieron la sopa y contaron historias del bosque. Al final de la noche, Fernando sonrió y dijo:

"Nunca imaginé que un lobo pudiera ser tan amable. He aprendido que debemos mirar más allá de lo que nos dicen sobre los demás."

Caperucita y Lucho sonrieron. Fue una noche llena de risas y amistad, donde todos entendieron que la verdadera esencia de ser un buen amigo, superar prejuicios, y ver con el corazón es lo que realmente importa. Desde ese día, Lucho, Caperucita y Fernando formaron una gran amistad, aventurándose juntos por el bosque y ayudando a todos los que podían.

Y así, la historia del buen lobo, su amiga Caperucita y el cazador se convirtió en una leyenda del bosque, recordando a todos que la amistad no tiene límites ni formas, y que lo más valioso es conocer el corazón de cada uno.

FIN.

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