El capibara, el pollo y los osos ladrones



Era una mañana soleada en la selva, y un capibara llamado Carlos y un pollo llamado Pío caminaban juntos hacia la escuela. La emoción de aprender cosas nuevas llenaba el aire.

"¿Sabés qué? Hoy vamos a aprender sobre las estrellas", dijo Carlos con una sonrisa.

"¡Genial! Me encanta mirar el cielo por la noche", respondió Pío, moviendo sus alitas emocionado.

Mientras charlaban animadamente, de repente, escucharon un fuerte ruido detrás de unos arbustos. Se asomaron con cautela y, para su sorpresa, vieron a tres enormes osos saliendo con bolsas llenas de frutas y verduras. Eran conocidos como los osos ladrones del bosque.

"¡Eh, ustedes! ¿Qué están haciendo?", gritó Pío, sin poder contener su curiosidad.

"¡Ah, no es nada! Solo estamos buscando un pequeño... eh, snack", respondió uno de los osos, que se llamaba Bruno, mientras llenaba su bolsa.

Carlos, siempre el más razonable, pensó un momento y dijo: "Pero esas frutas son de la selva. Todos tienen derecho a disfrutarlas. ¡Debemos compartir!"

Los osos, asombrados por la valentía de un capibara y un pollo tan pequeños, se miraron entre ellos, algo inseguros.

"¿Compartir?", balbuceó otro oso, llamado Tito.

"Claro, ¡compartir es divertido!", exclamó Pío, picoteando el suelo con entusiasmo.

El tercer oso, Moca, se cruzó de brazos y dijo: "No sé... compartir suena aburrido. Para nosotros, es más fácil robar..."

Carlos pensó que quizás si les mostraban lo divertido que era compartir, no tendrían necesidad de robar más. Así que propuso una idea.

"¿Qué les parece si organizamos un gran picnic? Podemos traer algunos de nuestros snacks, y ustedes pueden traer las frutas que recolectaron. Podemos hacer una fiesta juntos."

Los osos se miraron un momento, y tras una breve conversación entre ellos, Bruno finalmente dijo: "Bueno, podemos intentarlo, pero si no nos gusta, volveremos a la vieja forma."

Así fue como Carlos, Pío y los osos empezaron a planificar el picnic. Durante el camino hacia la escuela, cada uno fue recolectando sus comidas favoritas. Pío trajo semillas, Carlos zanahorias, y los osos, por supuesto, recolectaron bastantes frutas.

Al llegar al claro del bosque, comenzaron a preparar la comida. La mesa estaba llena de colores y sabores, y pronto el picnic se convirtió en una fiesta llena de juegos, risas y mucha comida.

"¡Esto es increíble!", rió Tito mientras disfrutaba de una manzana jugosa.

"Sí, nunca pensé que compartir sería tan divertido", agregó Moca, que ahora brillaba de felicidad.

Carlos y Pío se miraron felices. Habían transformado a los osos ladrones en amigos. La idea de compartir les había brindado una nueva manera de disfrutar juntos. Al final del día, los osos prometieron no volver a robar, y sí a compartir su comida en la selva con todos.

"¡Hoy aprendimos algo muy importante!", exclamó Pío, mientras ayudaba a Carlos a recoger las sobras.

"Así es, compartir no solo te hace sentir bien, ¡sino que también crea lazos de amistad!", respondió Carlos, sonriendo.

Con sus corazones llenos de alegría, el capibara, el pollo y sus nuevos amigos osos regresaron a casa, con la promesa de reunirse para futuros picnics. Así, aprendieron que compartir es más valioso que cualquier tesoro robado. Desde ese día, los osos dejaron de ser ladrones y se convirtieron en los mejores amigos de toda la selva.

Y así, cada vez que un capibara y un pollo camina hacia la escuela, siempre miran con cariño hacia donde solían estar los osos ladrones, recordando que el verdadero oro de la vida está en la amistad y el compartir.

FIN.

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