El Castillo de la Amistad



Era un día soleado en un pequeño pueblo donde vivían tres amigas: Madelyn, Alesca y Aleisa. Ellas eran inseparables y siempre estaban buscando nuevas aventuras. Un día, mientras exploraban el bosque cercano, encontraron un antiguo castillo, cubierto de enredaderas y flores. Las tres se miraron con curiosidad.

"¿A quién le gustaría entrar?" - preguntó Madelyn, con el brillo de la aventura en sus ojos.

"¡Yo! ¡Quiero ver qué hay adentro!" - gritó Alesca, saltando de emoción.

"Pero, ¿y si hay monstruos?" - se preocupó Aleisa, mirando con desconfianza las grandes puertas de madera del castillo.

"No hay monstruos, solo tesoros y secretos que descubrir!" - exclamó Madelyn, tratando de convencer a su amiga.

Así, con un poco de duda pero mucha valentía, las tres amigas empujaron las puertas del castillo y entraron. Dentro, el lugar era sorprendentemente hermoso. Murales coloridos decoraban las paredes, y un gran salón estaba lleno de luces brillantes que parecían bailar bajo el sol.

"¡Esto es increíble!" - exclamó Aleisa, maravillada.

"Sí, y miren allá, ¡hay un pequeño conejito!" - apuntó Alesca emocionada. El conejito, blanco como la nieve y con ojos grandes y curiosos, se acercó a ellas, como si supiera que eran amigables.

Las chicas se agacharon para acariciarlo y se dieron cuenta de que el conejito tenía un collar con una llave dorada.

"¿Qué creen que abrirá esta llave?" - preguntó Madelyn, inclinándose más cerca del conejito.

Como si entendiera la pregunta, el conejito dio un pequeño salto hacia una puerta en la esquina del salón, que estaba cubierta de estrellas pintadas.

"¡Vamos!" - gritaron las chicas, entusiasmadas, y siguieron al conejito.

Al abrir la puerta, se encontraron en un jardín mágico. Había flores que hablaban y árboles que danzaban. El aire estaba lleno de risas y melodías. Las tres amigas se miraron, asombradas.

"Este es el lugar más mágico que jamás he visto!" - dijo Alesca.

"Sí, y parece que todos son tan felices aquí" - agregó Aleisa, con una sonrisa de oreja a oreja.

"Pero, ¿cómo podemos quedarnos aquí?" - preguntó Madelyn, un poco preocupada. El conejito dio otro saltito y se acercó a un árbol con un gran corazón tallado en su corteza.

Allí, una voz suave comenzó a hablarles.

"Bienvenidas, queridas niñas. Este es el Jardín de la Amistad. Para permanecer aquí, deben crear una fiesta de amistad con todos los seres que encuentren. Cada uno de ellos debe sentir joya de la misma amistad que comparten."

Las chicas se miraron, entendiendo el desafío que tenían por delante.

"¿Qué tipo de fiesta deberíamos hacer?" - preguntó Aleisa, mientras contemplaba las coloridas flores.

"Podemos hacer una fiesta con juegos, música y comida deliciosa!" - propuso Alesca, moviendo sus brazos como si ya estuviera organizando todo.

"Y también debemos invitar a todos para que sientan lo especial que es la amistad" - añadió Madelyn, con una gran sonrisa.

Así que las tres se pusieron a trabajar. Recolectaron flores para hacer guirnaldas, buscaron frutas frescas para hacer un banquete, y con la ayuda del conejito y sus nuevos amigos del jardín, organizaron juegos.

La fiesta comenzó, y todos los seres del jardín llegaron. Había pájaros que cantaban, mariposas que danzaban y hasta más conejitos que se unieron a sus juegos. Las risas y la música llenaron el aire.

"¡Esto es lo mejor que hemos hecho!" - gritó Alesca mientras corría tras una mariposa.

"¡Mirad a todos divirtiéndose!" - dijo Aleisa, maravillada.

"La amistad realmente puede crear magia" - concluyó Madelyn, sonriendo ampliamente a sus amigas.

Al final del día, mientras el sol comenzaba a esconderse, los seres del jardín agradecieron a las chicas por la maravillosa fiesta.

"Gracias por mostrarnos el verdadero significado de la amistad!" - dijo el conejito.

De repente, el jardín comenzó a brillar intensamente y el conejito les entregó la llave dorada.

"Esta llave les abrirá las puertas de su amistad para siempre. Cada vez que utilicen su poder, serán capaces de crear magia en cualquier lugar".

"¡Es un tesoro de la amistad!" - exclamaron las chicas a la vez.

Y así, Madelyn, Alesca y Aleisa regresaron a casa, llevando en sus corazones la magia de la amistad y la llave dorada que simbolizaba el vínculo especial entre ellas. Desde entonces, el castillo y el jardín permanecieron en sus corazones como un recordatorio eterno de que, con amor y amistad, todo es posible.

Y cada vez que se reunían, la magia florecía nuevamente.

FIN.

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