El Cocodrilo Amistoso



Había una vez, en un pantano brillante y lleno de flores, un cocodrilo llamado Carlos. Todos los animales del lugar decían que Carlos era malo, porque tenía unos dientes muy grandes y una mirada seria. Pero en realidad, Carlos solo quería tener amigos.

Un día, mientras Carlos nadaba en el agua, vio a un grupo de animales jugando. Estaban la rana Rita, el pato Pablo y la tortuga Titi.

"¡Hola!", gritó Carlos con una voz suave.

Pero los animales, al escuchar la voz de Carlos, se asustaron.

"¡Rápido, escondámonos!", dijo Rita, saltando detrás de una hoja.

Pablo, el pato, aleteó sus alas y salió volando.

"¡Adiós, monstruo!", chilló mientras se alejaba.

Titi, la tortuga, se escondió en su caparazón.

Carlos, algo triste, se quedó mirando cómo se escapaban. "¡Pero yo solo quiero jugar!" - exclamó.

Así que decidió nadar un poco más y conocer a otros animales. Al llegar a un claro, vio a un grupo de liebres.

"¡Hola, liebres!", saludó Carlos.

Las liebres lo vieron y empezaron a saltar rápidamente.

"¡Es un cocodrilo! ¡Corre, corre!", gritó una de ellas.

Carlos sintió que su corazón se apretaba. "No, esperen. No soy malo", les dijo, pero las liebres ya habían desaparecido entre los arbustos.

Carlos decidió ir a hablar con el búho Óscar, que siempre sabía lo que pasaba en el bosque. Al encontrarlo, Carlos le explicó su situación.

"Óscar, todos me tienen miedo, pero solo quiero ser su amigo."

El búho, pensativo, dijo: "Quizás deberías mostrarles que eres amable. ¿Qué te parece hacer algo divertido?"

Carlos tuvo una idea. Volvió al lugar donde había visto a la rana, el pato y la tortuga. Esta vez, llevó con él un montón de frutas frescas y bonitas.

"¡Hola, amigos!", gritó Carlos otra vez. "Traje un montón de frutas riquísimas. ¿Quieren probarlas?"

Rita, Pablo y Titi miraron a Carlos con desconfianza, pero el aroma de las frutas era irresistible.

"¿Realmente son para nosotros?", preguntó Pablo temerosamente.

"Sí, yo las recolecté para compartir. No quiero asustar a nadie. Solo deseo tener amigos" - dijo Carlos, sonriendo ampliamente.

Rita, curiosa, se acercó un poquito. "¿De verdad? ¿No nos vas a comer?"

Carlos, riendo, contestó: "¡No! Soy cocodrilo, no monsterito. Solo necesito amigos."

Al ver que Carlos no era malo, los animales decidieron probar las frutas. ¡Eran deliciosas!"¡Mmm, esto está riquísimo!", dijo Titi, moviendo su cabeza.

Poco a poco, los tres comenzaron a acercarse a Carlos, disfrutando de las frutas.

"¿Nos ayudarías a recoger más comidas del bosque?", propuso Rita emocionada.

Carlos, con una gran sonrisa, respondió: "¡Claro que sí! ¡Siempre que podamos jugar juntos después!"

Y así, poco a poco, Carlos fue demostrando a todos que era un gran amigo. Desde ese día, el cocodrilo ya no estuvo solo.

Ahora todos en el pantano saben que a veces, las apariencias pueden engañar y que lo más importante es abrir el corazón para hacer nuevos amigos.

FIN.

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