El Conejito y su Gran Amigo Yagmour



Había una vez un pequeño conejito llamado Copito. Vivía en un hermoso bosque lleno de flores y árboles altos. Pero un día, mientras jugaba, se dio cuenta de que su mamá había desaparecido. Copito miró a su alrededor, asustado y triste.

"¡Mamá!" - gritó Copito. No recibió respuesta. Su corazón se llenó de miedo y soledad.

A lo lejos, Yagmour, un gran y sabio lobo conocido por su bondad, escuchó el llanto del conejito. Se acercó con cuidado, intentando no asustarlo.

"Hola, pequeño, ¿qué te pasa?" - preguntó Yagmour, con una voz suave.

"He perdido a mi mamá, no sé dónde está y tengo miedo" - respondió Copito, con lágrimas en los ojos.

Yagmour sintió compasión por el conejito y decidió ayudarlo.

"No te preocupes, yo te ayudaré a buscarla. Juntos la encontraremos" - dijo Yagmour, tratando de animarlo.

Así que comenzaron su búsqueda. Caminaron por el bosque, preguntando a cada criatura que encontraban. Un pájaro que volaba alto les dijo:

"Vi a una mamá coneja cerca del arroyo, allí hacia el oeste".

"Gracias, amigo pájaro" - dijo Yagmour, dirigiéndose a Copito. "Vamos hacia allá".

Sin embargo, cuando llegaron al arroyo, no encontraron a la mamá de Copito. En su lugar, encontraron un grupo de ranas saltando.

"¿Han visto a mi mamá?" - preguntó Copito, aún con la voz temblorosa.

Las ranas, al unísono, contestaron:

"No, pero podemos ayudarte a buscar. ¡Contemos hasta tres y saltemos juntos! Tal vez así encontremos pistas".

Así lo hicieron. Saltaron y saltaron, buscando por todo el lugar. Después de un rato, decidieron seguir buscando. Pero lo que no sabían era que más cerca, Pino, una ardilla juguetona, había visto a la mamá coneja buscando a su pequeño.

"¿Qué les pasa?" - preguntó Pino, curioso al ver a Copito tan triste.

- “Perdí a mi mamá, y no sé dónde está” - dijo Copito con desánimo.

- “No se preocupen, ¡la vi hace un momento! Estaba cerca del tilo, ¿quieren que los lleve? ” - dijo Pino emocionado.

Copito miró a Yagmour, su gran amigo, quien le sonrió con confianza.

- “¡Vamos, hay que seguir buscándola! ” - exclamó Yagmour.

Cuando llegaron al tilo, Copito comenzó a llamarla de nuevo.

- “¡Mamá! ” - gritó.

De repente, de entre el follaje, apareció su mamá.

- “¡Copito! ” - respondió la mamá coneja, emocionada. Corrió a abrazar a su pequeño.

El pequeño conejito sintió una gran felicidad al reunirse con su mamá.

- “¡No sabes cuánto te he buscado! ” - dijo Copito, con los ojos llenos de brillo.

Yagmour observó la escena, sintiéndose feliz por su amigo.

- “Lo logramos, Copito”, - dijo Yagmour.

La mamá coneja, agradecida, miró a Yagmour.

- “¡Gracias por ayudar a mi hijo! ” - expresó con gratitud.

Desde ese día, Copito y Yagmour se volvieron los mejores amigos. A veces, juntos iban al arroyo a jugar y recordar su gran aventura. Aprendieron que, aunque a veces uno se sienta perdido, siempre hay alguien que está dispuesto a ayudar.

Y así, vivieron felices en el maravilloso bosque, donde la amistad y la ayuda siempre brillaban.

FIN.

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