El Duendecillo y la Verdad



Un día soleado, Martin, un niño lleno de imaginación y creatividad, decidió aventurarse al bosque que quedaba cerca de su casa. Él siempre había disfrutado contar historias de criaturas fantásticas y aventuras increíbles, pero había un pequeño problema: Martin tenía la costumbre de exagerar sus relatos, lo que había llevado a sus amigos a dejar de creerle.

—"Ayer vi un dragón que escupía fuego en la plaza!"— contaba Martin a sus amigos, mientras ellos se reían y lo miraban con desconfianza.

—"Martin, ya no te creemos. Siempre exagerás."— decía su mejor amigo, Lucas.

Martin se sentía triste, pero no podía evitar su pasión por contar historias. Así que un día decidió que iba a encontrar la historia más asombrosa que jamás hubieran escuchado. Y fue ahí, en el corazón del bosque, donde encontró un pequeño cofre con extraños símbolos grabados. Curioso, lo abrió y ante sus ojos apareció un duendecillo.

—"Hola, Martin. Soy Tano, el duendecillo guardián de las verdades. Te he estado observando y he escuchado tus historias"— dijo el duende con una voz suave.

Martin se quedó boquiabierto.

—"¿De verdad existís?"— preguntó con ojos desorbitados.

—"Sí, pero tengo una misión para vos. Si querés recuperar la confianza de tus amigos, deberás completar un reto"— explicó Tano.

Martin, emocionado pero también un poco asustado, aceptó el desafío. Tano le dijo que debería buscar tres objetos importantes en el bosque, cada uno representando una verdad.

—"El primer objeto es una hoja verde, que simboliza la verdad natural. El segundo es una piedra brillante, que representa la verdad de los sueños. Y el tercero es una pluma de ave, que simboliza la verdad de las palabras"— explicó el duende.

Martin se adentró en el bosque y comenzó su búsqueda. Encontró la hoja verde rápidamente, pues la naturaleza siempre había sido su amiga. Luego, en un claro iluminado por el sol, encontró la piedra brillante que resplandecía con los rayos de luz. Finalmente, se sentó a descansar y en ese momento escuchó el canto de un pájaro. Sigilosamente, logró recoger una pluma que había caído cerca de él.

Con los tres objetos en mano, volvió donde Tano, quien lo esperaba con una sonrisa.

—"¡Buen trabajo, Martin! Ahora, debes contarme una historia utilizando esos tres objetos. Pero esta vez, tenés que ser sincero"— le dijo el duende.

Martin, aunque nervioso, comenzó a relatar su historia.

—"En el bosque había un árbol enorme, lleno de hojas verdes (la hoja), donde los sueños se hacían realidad (la piedra). Allí, un sabio pájaro (la pluma) enseñaba a todos los animales a ser honestos".

Con cada palabra, Martin sentía que su historia tomaba vida. Tano escuchaba con atención, asintiendo en cada parte.

—"La verdad les dio confianza entre ellos, y juntos aprendieron que ser sinceros los hacía más fuertes"— finalizó Martin.

El duendecillo sonrió ampliamente.

—"¡Eso es, Martin! Ahora entendés la importancia de la verdad. No solo es una palabra, es la base de las relaciones y las historias que compartimos"— dijo Tano.

A partir de ese día, Martin regresó a su grupo de amigos. Aunque al principio estaban escépticos, él compartió sus aventuras con sinceridad y valentía. Pronto, sus amigos comenzaron a creer en él nuevamente, no solo por las historias, sino también por el respeto que había aprendido.

—"La verdad puede ser tan mágica como cualquier aventura"— les dijo Martin, recordando a su querido duendecillo.

Y así, Martin se convirtió en un gran narrador, no solo de historias extraordinarias, sino de la verdad poderosa que un día había descubierto en el bosque.

FIN.

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