El Fantasma del Bosque Susurrante



En un pequeño pueblo, rodeado de montañas y arroyos, se encontraba el Bosque Susurrante. Los niños del lugar siempre sentían curiosidad por aventurarse en sus senderos, pero había una advertencia: ¡no te acerques al claro de las sombras! Allí decía que habitaba un fantasma que asustaba a todos.

Un día, tres amigos: Clara, Tomás y Lucas, decidieron explorar el bosque. El sol brillaba y una brisa suave movía las hojas robando sus risas. Mientras caminaban, veían cómo la naturaleza les ofrecía un espectáculo de colores. Pero pronto llegaron al claro de las sombras, y al verlo, Clara se detuvo.

"No sé si deberíamos seguir..." - dijo Clara, con un tono preocupado.

"¡Vamos, no seamos miedosos!" - exclamó Tomás, con un guiño coquetón al peligro.

"Puede ser solo una historia para asustarnos" - agregó Lucas, que estaba algo nervioso.

Con un poco de valentía, decidieron avanzar. De repente, una brisa helada recorrió el claro y apareció un fantasma, con una expresión contraria a la divertida. Era grande y sus ojos eran como dos faros oscuros que los seguían.

"¿Qué hacen ustedes aquí?" - preguntó el fantasma, su voz resonando como un eco lejano.

Los chicos se miraron entre sí y Tomás, audaz como siempre, respondió:

"Vinimos a conocer el bosque, no te tenemos miedo!"

"¡JA! Tontos humanos. Soy el Fantasma de las Sombras y estoy aquí para asustarlos, ¿quieren ser mis amigos?" - dijo el fantasma con un tono burlón.

A pesar de lo aterrador que era, los tres amigos sintieron que había algo distinto en el tono de su voz. No parecían ser amigos realmente; parecía más una trampa.

"No buscamos amigos que asustan, buscamos aventuras y diversión" - dijo Clara valientemente.

Esto sorprendió al fantasma. Nadie le había hablado de esa forma.

"¿Aventuras? Pero, ¿no les da miedo el bosque?"

"El miedo no nos detiene, siempre hay que ser valientes para explorar lo desconocido" - respondió Lucas, con una chispa de valentía.

El fantasma quedó pensativo. Nunca había considerado que los niños pudieran ser valientes y aun así no tenerle miedo.

"Si no quieren ser mis amigos, ¿qué pueden ofrecerme?" - preguntó el fantasma, ahora con curiosidad.

"Podemos enseñarte a jugar, a reír y a ser parte de nuestra aventura" - dijo Tomás, sonriendo.

El fantasma nunca había jugado ni reído. Era una sombra solitaria en un claro olvidado.

"¿Jugar? Nunca lo he hecho…" - murmuró el fantasma.

Los niños decidieron que era hora de hacer algo especial. Le enseñaron juegos que hacían al aire libre, como la atrapada y la búsqueda del tesoro. Al principio, el fantasma reía nerviosamente, pero poco a poco se fue soltando, descubriendo lo agradable que era compartir risas y no asustar.

El bosque ya no quedó marcado solo por el miedo, sino que empezó a llenarse de risas.

"Gracias por mostrarme esto. Nunca pensé que ser un fantasma podría ser tan divertido" - dijo el fantasma, que comenzaba a cambiar.

Los niños decidieron ponerle un nombre: ¡Nico!"Ahora eres parte de nuestra pandilla, pero seguimos teniendo cuidado en el claro de las sombras. No queremos que otros se asusten" - dijo Clara.

Desde aquel día, el Bosque Susurrante se transformó. La leyenda del fantasma asustador se convirtió en la de un fantasma que jugaba. Los niños del pueblo aprendieron que incluso los que parecen terribles pueden volverse amigos, y con una pizca de valentía y amistad, los temores se pueden transformar en sonrisas.

Así, el bosque se llenó de luz y alegría, y Nico dejó de ser un fantasma malo. Ahora él era el guardián de las risas en el bosque, y siempre invitaba a todos los niños a jugar.

Y así, la amistad prevaleció donde antes había sólo sombras.

FIN.

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