El Fastama en Busca de la Felicidad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villacuentos, un ser mágico conocido como el Fastama. Era un tipo de criatura con grandes orejas, ojos brillantes y una risa contagiosa. Sin embargo, a pesar de su alegría, el Fastama sentía que le faltaba algo: la felicidad.

Un día, decidió emprender un viaje en busca de la verdadera felicidad. Mientras caminaba, se encontró con su amigo, el Pájaro Pintón, que siempre estaba cantando alegres melodías.

"Hola, Fastama. A dónde vas tan apurado?" - preguntó el Pájaro Pintón.

"Voy en busca de la felicidad. Creo que debo encontrarla fuera de aquí" - respondió el Fastama con una mirada decidida.

"Pero la felicidad no es algo que se pueda encontrar, amigo. ¿No te das cuenta?" - le dijo Pintón, volando alrededor de él.

"Si no se encuentra, ¿dónde está entonces?" - exclamó el Fastama, un poco confundido.

"Tal vez lo que necesitas es mirar dentro de ti y en las cosas simples de la vida" - sugirió el Pájaro Pintón.

El Fastama, aunque dudoso, decidió seguir con su aventura. Caminó por el Bosque Susurrante, donde encontró la Flor Brillante, que siempre decía cosas positivas.

"Hola, Flor Brillante! ¿Sabés dónde puedo encontrar la felicidad?" - preguntó el Fastama.

"La felicidad está en las pequeñas cosas, como la risa de un niño, el canto de un pájaro o el abrazo de un amigo" - respondió la Flor Brillante.

El Fastama tomó en cuenta las palabras de la Flor, pero aún quería encontrar algo más concreto. Continuó su viaje hasta llegar a la montaña del Eco.

Allí, decidió gritar su deseo a la montaña.

"¡Quiero encontrar la felicidad!" - gritó el Fastama, y su voz resonó en el aire.

La montaña le devolvió el eco, pero en lugar de la respuesta que esperaba, escuchó de vuelta:

"¿La felicidad? ¿La felicidad? ¿La felicidad?"

Confundido, el Fastama exclamó:

"¡No sólo quiero oír mi voz! “

De repente, el Eco le dijo:

"¿Has hecho feliz a alguien hoy?"

El Fastama se quedó en silencio, recordando que en su búsqueda había olvidado compartir momentos alegres con otros.

Así que decidió regresar a Villacuentos. Al llegar, vio que sus amigos estaban tristes porque estaban organizando una fiesta y nadie se ofrecía a ayudarles.

El Fastama dijo:

"¡No se preocupen! Yo estaré aquí para ayudarlos. Vamos a hacer la mejor fiesta que haya existido!"

Empezó a organizar juegos, decoración y música. Todos se unieron al Fastama y, por primera vez, experimentó una gran alegría mientras trabajaban juntos. Al final del día, la fiesta fue un éxito.

Mientras todos bailaban y reían, el Fastama se dio cuenta de que la felicidad no era algo que necesitaba buscar.

"¡Me siento tan feliz!" - exclamó el Fastama.

"¡Yo también! Gracias, Fastama!" - dijeron sus amigos, agradecidos.

El Fastama sonrió y comprendió que la felicidad estaba en los momentos compartidos, en los actos de generosidad y en los simples momentos de conexión con otros. Y así fue como el Fastama encontró su felicidad, no en su búsqueda, sino en dar y recibir amor y amistad.

Desde entonces, el Fastama nunca dejó de organizar fiestas y ayudar a los demás, porque sabía que la verdadera felicidad era contagiosa y se multiplicaba al compartirla. Y así, vivieron felices en Villacuentos, rodeados de risas y buenos momentos.

FIN.

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