El Gato y la Dulce Hechicera



Había una vez en un bosque encantado, un pequeño gato llamado Miau. Miau no era un gato común; estaba muy curiosos por el mundo que lo rodeaba. Siempre soñaba con recorrer el bosque, pero había un problema: había una bruja conocida como Doña Dulzura, que se decía que lanzaba hechizos a aquellos que se atrevían a desobedecerla.

Un día, mientras exploraba, Miau sintió un delicioso aroma que lo llevó hasta un claro lleno de dulces. Había caramelos de todos los colores y chocolates que brillaban. "¡Qué lugar tan mágico!"- exclamó Miau mientras se acercaba para probar uno de los deliciosos bombones.

Pero, justo cuando iba a agarrar uno, escuchó una risa detrás de él. "¡Alto ahí!"- gritó Doña Dulzura, apareciendo de la nada. "Ese lugar es sólo para aquellos que son respetuosos y saben lo que hacen. Si tomas un dulce sin pedir permiso, sufrirás las consecuencias de un hechizo muy travieso!"-

Miau, un poco asustado, decidió ser valiente y le dijo a la bruja: "Perdona, Doña Dulzura. No sabía que era su propiedad. Solo me guié por el aroma. Yo no quiero causar problemas, solo tengo curiosidad por los sabores del bosque"-.

La bruja, sorprendida por la sinceridad del pequeño gato, decidió no enojarse. "Está bien, querido Miau. Te haré una oferta. Si puedes resolver un acertijo, podrás quedarte y disfrutar de los dulces. Si fallas, tendré que lanzarte un hechizo para que te vuelvas un gato de chocolate y no podrás moverte por el bosque"-.

Intrigado y un poco asustado, Miau asintió. Doña Dulzura planteó el acertijo: "En un lugar muy oscuro, soy un faro de luz, a veces tirado, a veces usado, ¿quién soy?"-.

Miau frunció el ceño y pensó. Recordó los momentos en que había estado en ambientes oscuros y cómo algunas luces aparecen de la nada. Finalmente, tuvo una idea. "¡Eres una estrella!"- gritó emocionado.

Doña Dulzura sonrió ampliamente. "¡Correcto, pequeño gato! Me alegra que hayas pensado bien. Ahora puedes disfrutar de los dulces, pero recuerda siempre ser respetuoso y pedir permiso"-.

Miau, aliviado y feliz, corrió hacia las golosinas y comenzó a comer. "¡Esto es delicioso!"-

Mientras disfrutaba, comenzó a pensar en lo que había aprendido. "La curiosidad es buena, pero siempre debo recordar ser respetuoso y considerado con los demás"-.

Desde ese día, Miau visitó a Doña Dulzura regularmente, no solo para disfrutar de los dulces, sino también para aprender sobre magia y la naturaleza que lo rodeaba. Con cada visita, se volvió más sabio y siempre recordaba agradecer y pedir permiso. En el corazón del bosque, se formó una hermosa amistad entre el gato y la bruja, llena de dulces y enseñanzas.

Y así, en el bosque encantado, se entendió que la curiosidad y el respeto van de la mano, y que siempre hay cosas que aprender si uno tiene el corazón abierto. Miau nunca olvidó el día que conoció a Doña Dulzura, y cada vez que veía un dulce sonreía, recordando la lección que le ayudó a convertirse en un gato aún más especial.

FIN.

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