El Gran Aventura de Lupillo



En un rincón mágico del bosque, rodeado de altos árboles y un río que murmullaba historias, había una cabaña colorida donde vivía un pequeño zorro llamado Lupillo. A Lupillo le encantaba explorar el bosque y conocer a sus amigos: la sabia lechuza, la divertida ardilla y el tímido ciervo. Un día, mientras jugaba cerca de la cabaña, escuchó un chirrido que provenía de una de las ventanas.

"¿Qué será eso?" - se preguntó Lupillo, curioseando.

Al asomarse, vio a una joven tortuga, llamada Tula, que parecía muy preocupada.

"¡Hola, Tula! ¿Qué te pasa?" - le preguntó.

"Hola, Lupillo... estoy buscando un lugar para aprender a nadar, pero tengo miedo del agua. No sé si podré hacerlo..." - dijo Tula, asomando tímidamente su cabeza.

Lupillo recordó que cerca del río había un instructor de natación, el pez más sabio del lugar, don Pezón. Era el mejor en ayudar a los animales a aprender a nadar, pero su escuela estaba un poco alejada.

"No te preocupes, Tula. ¡Te acompañaré hasta donde está don Pezón!" - exclamó Lupillo, emocionado por la aventura que les esperaba.

Así que, sin pensarlo dos veces, Lupillo y Tula partieron hacia el río. Al llegar, se encontraron con don Pezón, que estaba organizando una clase de natación.

"¡Hola, Lupillo! ¡Y hola, Tula! ¿Vienen a aprender a nadar?" - saludó don Pezón, con una sonrisa.

"Yo sí, pero Tula tiene un poco de miedo..." - explicó Lupillo, mirándola con ánimo.

"No hay problema, Tula. Nadando sentirás el agua como un abrazo, ¡te haré disfrutar esta experiencia!" - añadió don Pezón, mientras hacía burbujas con su cola.

Con un poco de nervios, pero además mucha emoción, Tula se acercó al agua. Lupillo se adentró primero para demostrarle que no había nada que temer.

"Mirame, Tula. Basta con que muevas tus patas así..." - le iba explicando Luipollo, mientras chapoteaba.

No fue fácil; Tula se caía y, al principio, cada vez que lo intentaba se sentía más nerviosa. Pero con cada intento, don Pezón y Lupillo la alentaban.

"¡Vamos, Tula! ¡Tú podés! ¡Las tortugas son excelentes nadadoras!" - gritaban.

Finalmente, después de muchas risas y caídas, Tula dio sus primeros pasos... ¡perdón, sus primeros nados!"¡Lo logré, Lupillo! ¡Estoy nadando!" - exclamó Tula, llena de aliento y alegría. La tortuga sonreía al sentir el agua rodeando su caparazón.

Esa tarde, la chimenea de la cabaña de Lupillo ardía alegremente mientras celebraban el éxito de Tula. Don Pezón trajo unas hojas frescas y frutas del bosque.

"Hoy hemos aprendido juntos. No solo a nadar, sino a enfrentarnos a nuestros miedos. ¡Siempre es mejor en compañía!" - dijo don Pezón, mientras compartían una merienda juntos.

Con el corazón lleno de alegría, Lupillo pensó en lo maravilloso que era aprender cosas nuevas y enfrentar desafíos al lado de buenos amigos.

"¿Qué les parece si organizamos clases cada semana, así más animales pueden aprender a nadar?" - propuso Luipollo.

Así fue como rebosante de entusiasmo, Lupillo se convirtió en el organizador de la escuela de natación más alegre del bosque. El río, que antes parecía aterrador para algunos, se llenó de risas y chapoteos, donde todos se ayudaban mutuamente a vencer sus temores.

Desde entonces, Lupillo no solo hizo amigos, sino que aprendió que enfrentar nuestros miedos es mucho más fácil cuando lo hacemos con el apoyo de aquellos que nos importan. Y así, cada lunes, los animales del bosque se reunían cerca de la cabaña para disfrutar del agua, aprender y crecer juntos, además de recordar que la amistad es el mejor lugar para aprender a ser valientes.

FIN.

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