El Gran Concurso de Baile



Era un soleado día en el barrio de La Alegría, donde cuatro amigas inseparables, Lila, Sofía, Valentina y Juana, soñaban con participar en el Gran Concurso de Baile que se celebraría en la plaza. El premio era un impresionante trofeo dorado y una colección de joyas brillantes, que las haría sentir como auténticas estrellas.

Un día, mientras practicaban sus mejores movimientos en la sala de danza de la escuela, Lila exclamó con emoción:

"¡Chicas, tenemos que inscribirnos para el concurso! ¡Imaginen ganar ese trofeo y todas esas joyas!"

Sofía, la más tímida del grupo, dudó por un momento.

"No estoy segura, ¿y si no somos lo suficientemente buenas?"

Valentina, siempre optimista, la animó.

"¡Pero nos divertiremos! Y sobre todo, ¡vamos a bailar juntas!"

Juana, que siempre tenía buenas ideas, propuso hacer una rutina original.

"Podríamos inventar una danza que muestre nuestra amistad. ¡Así nadie podrá resistirse a aplaudirnos!"

Las niñas se pusieron a trabajar y, cada tarde después de la escuela, se reunieron en la sala de danza. Practicaban, reían, y discutían sobre los mejores pasos. Sin embargo, a medida que se acercaba el día del concurso, su entusiasmo comenzó a verse empañado por la presión.

Un fin de semana, mientras ensayaban, una nueva bailarina se unió a la clase. Se llamaba Carla y era muy talentosa.

"Hola, soy Carla, me encantaría apuntarme al concurso, pero necesito un grupo. ¿Me pueden incluir?"

Las chicas se miraron entre sí. Su primera reacción fue de inseguridad, temían que Carla fuera mejor que ellas. Valentina, siempre la más amable, decidió hablar.

"Claro, ¡sería genial tenerte en el grupo!"

Así fue como Carla se unió a su equipo, lo que trajo consigo una nueva energía. Sin embargo, con cada ensayo, las otras niñas comenzaron a sentirse menospreciadas por el talento de Carla, lo que provocó fricciones.

Un día, después de un ensayo donde Carla sobresalió, Sofía, frustrada, dijo:

"No sé si podremos ganar. Carla es demasido buena y nosotras estamos quedando atrás."

Lila, intentando reafirmar el compañerismo, respondió:

"Chicas, somos un equipo. No se trata solo de ganar. ¡Se trata de divertirnos y bailar juntas!"

Pero las dudas seguían, y cada vez se sentían más inseguras. Una tarde, al terminar el ensayo, decidieron sentarse y hablar sobre cómo se sentían. Juana, la más prudente, propuso:

"Hagamos un juego. Cada una dirá lo que le gusta de las demás. Así podremos darnos cuenta de nuestras fortalezas y por qué estamos juntas."

Momentos más tarde, las chicas comenzaron a hablar:

"A mí me encanta cómo Sofía es tan creativa con los pasos."

"Y a mí me gusta cómo Lila siempre nos anima a seguir adelante, no importa qué pase."

"Valentina, tu energía es contagiosa, nunca dejas que nos sintamos mal."

"Y a todas ustedes les agradezco por darme la oportunidad de ser parte de este grupo."

A medida que hablaban, comprendieron que cada una aportaba algo único al grupo, y que la diversidad de sus estilos las hacía más fuertes. De repente, se sintieron unidas y listas para enfrentarse al concurso.

El día del Gran Concurso llegó. La plaza estaba llena de gente y el escenario brillaba. Las chicas subieron al escenario con nervios, pero también llenas de entusiasmo. Antes de comenzar, Lila tomó la mano de cada una y dijo:

"No importa si ganamos o no. ¡Lo importante es que estamos juntas y disfrutemos de esto!"

Con música y sonrisas, comenzaron a bailar. De pronto, en medio de su actuación, algo mágico sucedió: cada una, a su manera, brilló. El público aplaudía con fuerza y las chicas, sintiéndose conectadas y felices, bailaron como nunca antes.

Al final, la presentación terminó y el jurado deliberó. Cuando anunciaron el ganador, un grito de alegría llenó la plaza:

"¡El Gran Trofeo de Baile es para Lila, Sofía, Valentina y Juana!"

Carla se acercó con una sonrisa enorme.

"¡Ustedes lo lograron! ¡Estoy tan orgullosa de ustedes!"

El trofeo brillaba en sus manos, pero más que el trofeo, entendieron que la alegría de bailar juntas fue el verdadero premio. Lila, emocionada, dijo:

"¡Chicas, esto es solo el comienzo! ¡Vamos a seguir explorando el mundo del baile juntas!"

Ese día, más allá del trofeo y las joyas, aprendieron una valiosa lección sobre la amistad y la importancia de valorar las diferencias de cada una.

Y así, en la plaza de La Alegría, las cuatro amigas continuaron bailando, creando nuevas coreografías y compartiendo risas, no solo como compañeras de danza, sino como un verdadero equipo que siempre se apoyaría.

FIN.

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