El Gran Desafío del Café Sentidos



Era un soleado día en Wenceslao Escalante, y todos los alumnos del Instituto Técnico José Hernández se preparaban con mucha emoción para la Feria de Alimentación del Café Sentidos. Cada uno de ellos debía presentar un platillo especial que combinara sabores y colores, pero había una regla: todos los ingredientes debían ser locales y saludables.

Lucía, una creatividad mágica, tenía una idea brillante. "Voy a hacer una ensalada de frutas, porque hay tantas variedades en nuestra región"-, decía mientras tejía imágenes de colores en su mente. Su mejor amigo, Mateo, tenía otra idea. "Yo quiero preparar un puchero, pero de una forma diferente. Voy a innovar con ingredientes nunca antes vistos en una sopa"-.

Sin embargo, Laura, una compañera nueva y algo tímida, se acercó con una expresión preocupada. "Pero, chicos, no hay que olvidar que también debemos cuidar el medio ambiente. ¿Sabían que muchos de nuestros ingredientes provienen de cultivos que no son sostenibles?"-.

Lucía escuchó atentamente. "Tienes razón. ¡Quizás podamos usar solo ingredientes orgánicos y de comercio justo! Eso haría nuestras recetas aún más especiales"-. Mateo asintió con entusiasmo. "¡Genial! Entonces, ¡a trabajar!"-

Los días pasaron y la feria se acercaba. Sin embargo, el equipo se enfrentó a un desafío inesperado: varios de los proveedores de ingredientes locales habían tenido problemas de abastecimiento.

"¡No! ¿Y ahora qué vamos a hacer?"-, exclamó Mateo, mirando la lista de compras.

"No podemos rendirnos", contestó Lucía, llena de determinación. "¿Y si hacemos una búsqueda por nuestro barrio? Podríamos preguntar a los agricultores que aún podemos encontrar"-.

Así que, armados con sus mochilas, decidieron explorar la comunidad en busca de ingredientes frescos. Durante su recorrido, visitaron a Don Miguel, quien tenía un pequeño huerto en su casa.

"¿Puedo comprarles algunas verduras?"-, preguntó Mateo incursando.

"¡Claro! Pero no solo puedo venderles; también puedo enseñarles a sembrarlas"-, respondió Don Miguel. Los chicos aceptaron su propuesta y recorrieron el huerto aprendiendo sobre raíces, hojas y cuidados.

Con cada visita, los chicos llenaron sus mochilas con todo tipo de sabores. La emoción crecía y el grupo empezó a unir sus ideas para hacer una receta que cuento contar una historia. Laura se armó de valor y propuso, "¿Y si hacemos un platillo que represente cómo los ingredientes se unen como nosotros?"-. Todos se miraron emocionados.

Así, el día de la feria llegó, y estaban listos para presentar su creación: una ensalada de frutas colorida acompañada de un puchero y un batido energético. Cada plato tenía una etiqueta que explicaba el origen de los ingredientes y la historia detrás de cada uno.

"El puchero representa la unión entre amigos y la fuerza que obtenemos al apoyarnos mutuamente"-, dijo Lucía al público. "Y la ensalada representa la diversidad de sabores de nuestra comunidad, que es como nosotros, cada uno diferente pero valioso"-.

Los visitantes de la feria fueron cautivados. Laura, quien al principio temía ser parte del grupo, se sintió más segura al ver cómo su idea era celebrada.

"Miren a esos niños, siempre aprendiendo unos de otros", susurró Don Miguel mientras observaba la presentación desde lejos.

Al final del evento, el equipo ganó un premio por la mejor interpretación de una receta saludable y sostenible. Una sonrisa enorme dibujaba la cara de cada uno.

"¡Lo logramos, amigos!"-, gritaron al unísono mientras se abrazaban.

Y así, el café Sentidos se convirtió en un símbolo no solo de comida sabrosa, sino también de trabajo en equipo y de la importancia de cuidar lo que nos rodea. Lucía, Mateo y Laura aprendieron que juntas podían hacer grandes cosas y que cada bocado contado con historia tenía mucho más sabor.

Desde ese día, ellos continuaron organizando ferias y talleres en su comunidad, inspirando a otros a crear y valorar la comida local y sostenible, porque en cada plato, en cada receta, hay una historia que contar.

FIN.

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