El Gran Juego de Todos



En un jardín de infantes, en un patio lleno de colores, había un grupo de niños y niñas que amaba jugar. Sin embargo, había una regla que todos seguían sin cuestionar: los varones solo podían jugar con juguetes de varones y las nenas solo podían jugar con juguetes de nenas.

Un día, Matías, un niño al que le encantaban los coches de carreras, vio a su amiga Sofía jugando con una casita de muñecas.

"¡Sofía, ven a jugar con mis coches! Son súper rápidos y emocionantes!" - le dijo Matías entusiasmado.

"No puedo, Matías, es un juguete de varones. Solo puedo jugar con mi casita y mis muñecas" - respondió Sofía, algo triste.

Con ese mismo sentimiento, Sofía se dio vuelta y vio a Tomás, otro niño que estaba jugando a la cocina con los utensilios de la muñeca de Sofía.

"¡Tomás! Eso no es para vos. ¡Eso es para las nenas!" - le dijo Sofía.

"¿Por qué? Cocinar es divertido para todos. A mí me gusta hacer pasteles, ¿puedo jugar?" - preguntó Tomás, con su mayor cara de inocente.

"No sé... Pero, a mí tampoco me dejan jugar con los coches!" - Sofía suspiró.

Mientras tanto, la maestra Ana miraba desde la ventana. Ella había notado que los niños y niñas estaban muy tristes porque no podían jugar juntos. Entonces, tuvo una idea.

"¡Niños! ¡Hoy vamos a hacer un Gran Juego de Todos!" - anunció la maestra Ana con una gran sonrisa.

Los niños se miraron emocionados. "¿Qué es eso?" - preguntó Juan, un pequeño que siempre quería jugar al fútbol.

"Todos van a poder elegir sus juguetes favoritos, sin importar si son de chicos o de chicas!" - explicó la maestra. "Vamos a crear un gran juego donde todos pueden participar. Un momento mágico, donde no hay reglas que nos separen."

Los niños comenzaron a saltar de felicidad. Cada uno fue a buscar su juguete favorito. Sofía tomó su casita, mientras Matías elegía su coche de carreras. Tomás se llevó una olla de juguete y Juan un balón de fútbol.

Cada uno llevó lo que le gustaba y se reunieron en un gran círculo en el centro del patio. Ana les dijo:

"Este es el momento. Ahora, cada uno va a contar por qué le gusta su juguete y qué papel le gustaría darles juntos."

Matías fue el primero:

"Mis coches son veloces, pero también pueden llevar comida. Pueden ser los suministros de una carrera entre los muñecos de Sofía!"

Sofía sonrió. "¡Me encanta esa idea! Mis muñecas pueden ser las pilotos y los coches pueden hacer una carrera de entrega de postres."

Tomás agregó:

"Y yo puedo ser el chef que prepara las mejores tortas para la celebración después de la carrera!"

"¡Pero no podemos olvidar el fútbol! Podemos pasar el balón entre todos y hacer un grandísimo campeonato!" - exclamó Juan.

La maestra Ana observaba con alegría cómo los niños comenzaron a mezclar sus juguetes y a crear un juego único. Risas y gritos llenaron el aire, mientras se turnaban para jugar con cada cosa.

No pasó mucho tiempo para que todos se dieran cuenta de lo divertido que era jugar juntos, independientemente del tipo de juguete que tenían. Desde ese día, nunca más se separaron. El jardín de infantes se llenaría de juegos, risas y más juegos, donde todos podían ser lo que deseaban.

La maestra Ana sonrió.

"La felicidad está en jugar juntos, en ser amigos, no importa qué elección hagamos sobre nuestros juguetes. ¡Es tiempo de divertirse!"

Y así, los niños aprendieron que el juego no tiene géneros, y que la verdadera diversión está en compartir y disfrutar con todos, sin límites.

El patio del jardín de infantes nunca volvió a ser igual y su lema se volvió: '¡A jugar!'

FIN.

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