El Huevo Especial



Era una calurosa mañana en el gallinero. Clara, una gallina muy orgullosa, había estado empollando sus huevos durante varias semanas. El día había llegado: sus pollitos estaban listos para nacer. Clara miraba con emoción cómo sus pequeños rompían el cascarón, uno tras otro, dándole la bienvenida al mundo con sus suaves piidos.

- ¡Miren, llegó Pablo! - exclamó Clara cuando uno de los pollitos asomó su cabecita amarilla.

- ¡Y ahí viene Rita! - gritó, llena de alegría, al ver otro polluelo luchando por salir.

Sin embargo, había uno que no parecía estar haciendo esfuerzos. El huevo más grande, de un color misterioso, permanecía intacto.

- ¿Qué te pasa, Tito? - preguntó Clara, acercándose al huevo. - ¡Es tu turno, salí ya! Pero el huevo no respondía. Clara, preocupada, decidió buscar ayuda.

Voló hacia el árbol donde vivía Lucho, el pájaro carpintero. Era conocido por ser muy sabio, aunque a veces un poco burlón.

- ¡Lucho! - llamó Clara cuando llegó a la rama. - Tengo un problema. Uno de mis huevos no puede salir.

Lucho se asomó y miró el huevo con desdén.

- ¡Ja! ¿Por qué perder tu tiempo con un huevo que ni se mueve? - se rió. - A lo mejor no es tan especial como creés. ¿Ves los demás? ¡Mirá cómo nacen y son tan simpáticos!

Clara frunció el ceño, sintiendo que el corazón se le encogía.

- No me importa lo que digas, cada huevo tiene su propio tiempo.

Pero, mientras Clara regresaba a su nido, se sentía desanimada.

- Quizás Lucho tiene razón. ¿Y si Tito no es especial como los demás?

Al llegar al nido, miró a sus pollitos corretear y jugar. "No puedo rendirme", pensó. Y decidió seguir vigilando el huevo. Tiempo pasó y cuando el sol empezaba a esconderse, Clara escuchó un pequeño 'crack'.

Con el corazón latiendo fuerte, se acercó. El huevo estaba comenzando a romperse.

- ¡Vamos, Tito! - animó Clara, llena de emoción. - ¡Sos el más fuerte!

Finalmente, con un último esfuerzo y un chirrido decidido, el pollito salió. Era un pequeño y especial pollito de plumas coloradas.

- ¡Lo logré! - exclamó Clara, llena de alegría. - ¡Hola, Tito! Bienvenido al mundo.

Lucho, que había estado mirando desde su rama, entrecerró los ojos con sorpresa.

- Vaya, no esperaba que saliera. Es un pollito muy curioso, ¿no? - dijo, un poco avergonzado por su burla anterior.

- Claro que sí, y es tan especial como los demás - contestó Clara con una sonrisa. - A veces, lo que creemos que no se puede lograr solo necesita un poco más de tiempo.

Lucho sonrió, dándose cuenta de que había aprendido algo importante.

- Tenés razón, Clara. Cada uno tiene su propio ritmo. Eres una madre admirable.

Clara miró a Tito, ahora felizmente revoloteando junto a sus hermanitos, y se sintió agradecida. Aprendió que la paciencia y el amor siempre valen la pena.

Desde entonces, Lucho se convirtió en un gran amigo de Clara y, cada vez que veía un huevo, nunca más se burló. Todos los días visitaban juntos el gallinero, observando cómo los pollitos creían fuertes y felices, cada uno con su propio brillo especial en el mundo.

Y así, con la lección aprendida, Clara y sus pollitos vivieron felices en el cálido gallinero, donde cada día era una nueva aventura.

FIN.

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