El Jardín de las Emociones



En un pequeño pueblo llamado Flor de Luna, había un jardín mágico donde vivían muchos animales. Cada uno de ellos tenía una personalidad única y un mundo de emociones que compartir. En este jardín, vivía una niña llamada Clara que adoraba a los animales y pasaba horas jugando con ellos.

Un día, Clara notó que el jardín estaba más silencioso de lo normal. Las aves no cantaban, y los conejitos no saltaban felices. Intrigada, decidió investigar lo que estaba pasando. Mientras caminaba por el sendero cubierto de flores brillantes, se encontró con un viejo búho llamado Don Sabio.

"¿Por qué está tan callado el jardín, Don Sabio?" - preguntó Clara.

"Ah, querida Clara, los animales están tristes porque algunos niños no respetan sus espacios y emociones. Han estado molestando a nuestra amiga la tortuga, Lila, y eso afecta a todos nosotros" - respondió el búho con una mirada nostálgica.

Clara sintió un nudo en el estómago. Sabía que el respeto era importante y decidió hablar con sus amigos humanos para cambiar esa situación. Junto a Don Sabio, fue a buscar a Lila, la tortuga que había sido objeto de burlas.

Al llegar, vieron a Lila asomándose entre las hojas, con una expresión melancólica.

"Hola, Lila. ¿Por qué no estás jugando con los demás?" - le preguntó Clara con cariño.

"Siento que muchos no entienden que los animales también tienen sentimientos. A veces me duele cuando me empujan o se ríen de mí porque soy lenta" - respondió Lila con voz suave y triste.

Clara se sintió triste por su amiga. Decidió que era hora de hablar con todos los niños del pueblo. Organizó un encuentro en el jardín para compartir con ellos la importancia de respetar a los animales y sus emociones.

Cuando el día llegó, Clara habló con entusiasmo:

"¡Hola a todos! Hoy quiero contarles sobre lo que sienten nuestros amigos del jardín. Los animales son como nosotros, ¡también tienen emociones!"

Los niños comenzaron a murmurar, pero Clara continuó:

"Si jugamos con respeto, no solo nos divertimos más, sino que hacemos que nuestros amigos se sientan felices y seguros".

Luego, llevó a los niños a conocer a Lila. Todos se acercaron con curiosidad, y Clara dijo:

"Lila, ¿te gustaría contarles cómo te sientes?"

Lila, después de un momento, se animó:

"Me encanta jugar y hacer nuevos amigos, pero me duele cuando no respetan mi espacio".

Los niños se quedaron en silencio. Alguien levantó la mano:

"¿Podemos jugar con Lila sin empujarla?"

"Exacto, podemos buscar maneras de divertirnos juntos que no lastimen a nadie"

Así, la idea de respetar a los animales y sus emociones comenzó a esparcirse entre los niños. Se dividieron en grupos y empezaron a pensar en juegos que incluyeran a todos los animales del jardín. Un grupo decidió organizar una carrera de obstáculos para ver quién podía ayudar a Lila a atravesar el jardín sin apresurarla, mientras que otro grupo creó un rincón de relajación donde cada animal pudiera descansar sin ser molestado.

La jornada culminó con una gran fiesta, donde cada niño llevó una goma de masticar para los conejitos, algunas semillas para las aves y un plato gigante de lechuga para Lila. La tortuga nunca había sido tan feliz.

Desde ese día, el jardín de Flor de Luna se llenó de risas, canciones y la alegría de todos los animales. Clara aprendió que el respeto y la comprensión son la clave para crear un mundo mejor para todos, incluyendo a aquellos que tienen cuatro patas o alas.

El jardín se convirtió en un lugar donde animales y niños podían compartir sus emociones, gracias a la valentía de una niña dispuesta a hacer la diferencia. Y así, el Jardín de las Emociones floreció como un lugar donde todos se respetaban y valoraban.

Y así, en Flor de Luna, aprendieron que cada ser vivo tiene su historia, y que con respeto y amor, el mundo puede ser un lugar mágico.

FIN.

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