El Jardín de las Estrellas



En una pequeña aldea llamada Colibrí, donde los colores del paisaje se mezclaban como un cuadro pintado por un artista, vivían dos amigos inseparables: Tino, un travieso conejo blanco, y Lila, una dulce tortuga de caparazón moteado. Todos los días, jugaban en el campo, exploraban rincones nuevos y hacían travesuras.

Un día, mientras corrían por el prado, Tino tuvo una idea brillante.

"¡Lila! ¿Qué te parece si hacemos un jardín de estrellas?" - exclamó entusiasmado.

"¿Jardín de estrellas?" - preguntó Lila, confundida. "¿Cómo se hace eso?"

"Es fácil, ¡solo necesitamos semillas y un poco de magia!" - respondió Tino, moviendo sus patas nerviosamente.

Así pues, se pusieron manos a la obra. Tino propuso que cada uno llevara algo para plantar. Pero en su emoción, Tino se olvidó de seguir un plan. Lila, sabiendo que las plantas necesitan cuidado, le dijo:

"Tino, debemos organizarnos. Si no seguimos un plan, no vamos a lograr que nuestro jardín crezca bien."

Tino, con su energía desbordante, no le prestó mucha atención. Fue al bosque a recoger lo que podía encontrar, mientras Lila decidía preparar la tierra y hacer un diseño para el jardín. Después de varias horas de trabajo, Tino regresó orgulloso de su recolección.

"¡Mira lo que encontré!" - dijo Tino, mostrando hojas, ramas y piedras.

"Eso no son semillas, Tino. No van a ayudar a que crezca nuestro jardín," - explicó Lila, algo preocupada.

"Pero son cosas interesantes, ¡podemos hacer decoraciones!" - insistió Tino, sin entender el problema.

Lila aceptó que el jardín también podría ser decorativo, pero sabía que, sin semillas, no habría flores ni estrellas en el cielo. Así que, para no frustrar a su amigo, decidió ayudarle a hacer las decoraciones. Sin embargo, ambos sabían que algo faltaba.

Al día siguiente, los amigos volvieron al jardín. Tino, emocionado, quería ver los resultados de su trabajo. Pero, para su sorpresa, no había nada más que tierra y algunas piedras.

"¿Dónde están nuestras estrellas?" - preguntó Tino angustiado.

"Tino, necesitamos disciplina para cuidar nuestro jardín. Si no seguimos el plan y no sembramos semillas, nada va a nacer," - explicó Lila, tratando de ser paciente.

Tino se sintió mal por haber desoído el consejo de Lila.

"Tienes razón, Lila. Me dejé llevar por la emoción y no pensé en lo que realmente necesitábamos."

"No te preocupes, siempre hay tiempo para hacer las cosas bien. Solo tenemos que aprender de los errores" - le sonrió Lila.

Decididos a tener un jardín hermoso, Tino y Lila buscaron semillas en el bosque y se pusieron a trabajar. Esta vez, Tino escuchó a Lila y juntos organizaron cómo plantar cada una.

"Aquí es donde va la semilla de la flor, hay que regarla todos los días Y debemos tener paciencia," - enseñó Lila mientras sembraban juntos.

"Si cada día cuidamos nuestro jardín, el día menos pensado, ¡tendremos un hermoso lugar lleno de estrellas!" - dijo Tino, animado.

Pasaron los días y los dos amigos se encargaron del riego, del cuidado y de cuidar la tierra. De a poco, comenzaron a ver pequeños brotes asomando entre la tierra.

"¡Mirá, Lila! ¡Están naciendo!" - gritó Tino emocionado.

"Sí, todo gracias a nuestra disciplina y al trabajo en equipo," - respondió Lila, orgullosa de lo que habían logrado.

Con el tiempo, el jardín se llenó de coloridas flores que brillaban al sol. Y cada noche, al caer la oscuridad, las flores parecían hacer brillar las estrellas del cielo.

"Mirá, Tino, ¡nuestro jardín realmente tiene estrellas!" - exclamó Lila.

"Sí, y todo por haber trabajado juntos y haber sido disciplinados," - concordó Tino, orgulloso.

Desde entonces, los dos amigos aprendieron que la disciplina y el trabajo en equipo eran fundamentales para lograr sus sueños. Así, el jardín de las estrellas se convirtió en el lugar favorito de todos los animales de la aldea, quienes venían a admirarlo y disfrutar de su belleza, recordando siempre la importancia de ser disciplinados y cuidar lo que amamos.

FIN.

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