El Jardín de los Sueños



En un pequeño barrio de una ciudad llena de colores, vivía un niño llamado Samuel. Tenía 10 años, una risa contagiosa y un gran amor por la naturaleza. Cada tarde, después de hacer sus deberes, corría al jardín de su abuela, un lugar lleno de flores de todos los colores y un gran árbol que parecía tocar el cielo.

Un día, mientras Samuel jugaba con sus canicas, conoció a una niña que nunca había visto antes. Tenía cabello rizado y una sonrisa que iluminaba el lugar. "Hola, soy Isabella. ¿Te puedo jugar con vos?" - dijo. Samuel, sorprendido, no pudo evitar sonreír.

"¡Hola! Soy Samuel. Claro, vení, tengo algunas canicas de colores muy lindas" - respondió, presentándole el juego. Desde ese día, Samuel e Isabella se hicieron inseparables. Jugaban en el jardín, cuidaban las plantas y recogían flores.

Un mes después, Samuel decidió que quería hacer algo especial para Isabella. Recordó que a ella le encantaban las mariposas, así que ideó un plan. Empezó a recolectar semillas de flores que atraían mariposas y preparó un pequeño rincón en el jardín de su abuela.

Cuando Isabella llegó, la llevó al nuevo lugar.

"Mirá, Isabella, este es nuestro jardín de mariposas. Planté flores para que vengan muchas" - le dijo con emoción.

Isabella se iluminó, "¡Es hermoso, Samuel! Gracias por pensar en mí" - y con esa simple frase, el corazón de Samuel dio un vuelco. Sentía mariposas en su estómago, pero no era solo por las flores. Se dio cuenta de que estaba empezando a enamorarse de su amiga.

Durante las siguientes semanas, fueron a buscar más flores y cultivaron juntos ese rincón especial. Cada vez que llegaba el atardecer, Samuel se sentaba en la sombra del gran árbol y contaba historias sobre las estrellas, las cuales fascinaban a Isabella. "Dicen que hay una estrella que cumple deseos. ¿Cuál es el tuyo, Samuel?" - preguntó un día, mirando hacia el cielo.

"Espero que siempre podamos jugar juntos. Y que algún día podamos volar como las mariposas" - contestó Samuel, sintiendo que su amistad era el regalo más especial.

Sin embargo, un día Isabella llegó con una expresión triste. "Samuel, ¡mis papás se tienen que mudar a otra ciudad!" - anunció. Samuel sintió que su mundo se venía abajo y, por un momento, no supo qué decir. "Pero... no quiero que te vayas. ¡Hicimos tantas cosas juntos!" - exclamó, tratando de contener las lágrimas.

Isabella, intentando consolarlo, dijo: "Prometamos que siempre seremos amigos, sin importar la distancia. Así como las mariposas, siempre encontrarán el camino de regreso" - ella sonrió con tristeza.

Atrapado por la emoción, Samuel le respondió: "Siempre nos encontraremos, como el sol y la luna, cada uno en diferentes lugares, pero siempre brillando hacia el mismo cielo". Ambos se abrazaron fuertemente, sabiendo que aunque se separarían, conservarían el recuerdo de su amistad en sus corazones.

El día de la mudanza de Isabella, Samuel le dio una pequeña maceta con una flor que había cuidado especialmente. "Es una mariposa en forma de flor. Cuídala para que nos recuerde siempre" - le dijo. Isabella, con lágrimas en los ojos, prometió hacerlo.

Con el paso del tiempo, Samuel siguió cuidando su jardín, y aunque sentía la ausencia de Isabella, encontró alegría en el crecimiento de las flores y las mariposas que siempre llegaban. Y cada vez que observaba una mariposa volar, sabía que su amistad seguía viva.

Un año después, en un soleado día de primavera, mientras jugaba en su jardín, Samuel notó que algo brillante revoloteaba entre las flores. Al acercarse, se dio cuenta de que era una carta. La tomó con manos temblorosas y, al abrirla, reconoció la letra de Isabella:

"Querido Samuel, quiero que sepas que aunque esté lejos, siempre llevare nuestro jardín en mi corazón. Cada flor que veo me recuerda a ti. Prometo volver y jugar juntos otra vez. Con cariño, Isabella."

Samuel sonrió, sintiéndose feliz. A veces, los caminos se separan, pero las amistades verdaderas siempre encuentran la forma de volver a unirse. Y así, Samuel aprendió que el amor y la amistad son como un jardín: requieren cuidado, pero siempre florecen, incluso a distancia.

FIN.

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