El Jardín de los Sueños



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, un jardín mágico donde los niños podían jugar y soñar. Este jardín tenía cuatro árboles especiales que representaban los derechos más importantes de los niños, y se llamaban: Árbol del Juego, Árbol de la Libertad, Árbol de la Protección y Árbol de la Amistad.

Un día, cuatro amiguitos: Luisa, Tomás, Ana y Pablo, decidieron ir a explorar el Jardín de los Sueños. Al llegar, cada uno de ellos se acercó a un árbol diferente y comenzó a jugar.

Luisa se acercó al Árbol del Juego, que era enorme y tenía ramas llenas de juguetes.

- “¡Mirá los juegos que hay, chicos! ¡Vamos a divertirnos! ” exclamó Luisa.

Tomás, que estaba un poco más alejado, se sentó bajo el Árbol de la Libertad, donde las ramas bailaban con la brisa.

- “Acá puedo soñar lo que quiera. ¡Voy a ser astronauta! ” dijo Tomás emocionado.

Ana, que siempre era muy cuidadosa, abrazó el tronco del Árbol de la Protección.

- “Este árbol nos cuida a todos. Aquí estamos a salvo”, comentó Ana con una sonrisa.

Mientras tanto, Pablo se unió a ellos bajo el Árbol de la Amistad, que tenía hojas que brillaban con colores del arcoíris.

- “¡La amistad es lo más importante! Necesitamos cuidarnos entre todos”, dijo Pablo mientras tomaba la mano de Luisa.

De repente, una nube oscura apareció en el cielo y comenzó a cubrir el sol. Los cuatro amigos se miraron asustados.

- “¿Qué está pasando? ” preguntó Luisa.

- “No se preocupen, debemos quedarnos juntos”, sugirió Tomás.

Pero la nube oscura era en realidad un duende llamado Gruñoso, que había perdido su alegría y quería que todos compartieran su tristeza.

- “¡Si yo estoy triste, ustedes también deben estarlo! ” gritó el duende mientras giraba en el aire.

- “¡No! ¡Nosotros elegimos ser felices! ” gritó Ana.

- “Sí, ¡con la amistad y el juego, podemos cambiar eso! ” agregó Pablo.

Los niños, recordando lo que cada árbol había enseñado, decidieron hacer algo especial.

- “Vamos a jugar todos juntos para que Gruñoso se sienta mejor”, propuso Luisa.

- “¡Gran idea! ¡El juego es la mejor manera de ser felices! ” dijo Tomás emocionado.

Los cuatro amigos comenzaron a jugar, a cantar y a reír, llenando el aire con sus risas. Al verlos, Gruñoso comenzó a sonreír.

- “¿Qué están haciendo? ¡Se ven tan felices! ” preguntó sorprendido.

- “¡Estamos siguiendo la magia de los árboles! ¡La amistad y el juego nos llenan de alegría! ” respondió Pablo.

El duende, al notar la felicidad de los niños, se acercó.

- “¡Me gustaría jugar con ustedes también! ” dijo, un poco sonrojado.

- “¡Claro! Vení, únete a nosotros”, invitaron juntos los niños.

Gruñoso se unió al juego, y juntas las risas llenaron el jardín, alejando la nube oscura del cielo.

Poco a poco, el duende se dio cuenta de que la verdadera alegría venía de estar con amigos.

- “Gracias, chicos. Ustedes me mostraron que la amistad es más fuerte que cualquier tristeza”, dijo Gruñoso sonriendo.

Y así, el jardín volvió a brillar, lleno de colores y risas. Los cuatro árboles se sacudieron de alegría, y los niños aprendieron que siempre debían cuidar de su derecho a jugar, a ser libres, a estar protegidos y a tener amigos.

Desde entonces, Gruñoso se convirtió en el guardián del Jardín de los Sueños, y cada vez que un niño se acercaba, él les recordaba:

- “¡Siempre hay lugar para la alegría y la amistad aquí! ”

Y así, el Jardín de los Sueños siguió siendo un lugar mágico donde todos los niños podían jugar libremente, hacer amigos y sentirse protegidos, todo gracias a los legendarios árboles que cuidaban de ellos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!