El Jardín de los Sueños



En un pequeño pueblo rodeado de verdes montañas y ríos cristalinos, vivían una madre y su hija en una casita pintoresca. La madre, Luisa, era una mujer de gran corazón que siempre cultivaba flores en su jardín. Su hija, Mónica, era una niña curiosa que adoraba explorar y aprender. Un día, mientras Mónica recogía flores en el jardín, le preguntó a su mamá:

"Mamá, ¿por qué siempre cuidas tanto el jardín?"

"Porque aquí hay magia, Mónica. Cada flor tiene su propia historia y al cuidarlas, podemos soñar juntos".

Intrigada, Mónica decidió que quería sembrar algo mágico también. Así que juntas sembraron un pequeño árbol de duraznos. Pasaron los días, y Mónica observó cómo crecían las hojas, pero también notó que había algo especial. Cada vez que hablaba con el árbol, las hojas parecían brillar más.

"¿Mamá, creés que el árbol me escucha?" preguntó Mónica.

"Quizás, cariño. A veces la naturaleza nos responde de maneras sorprendentes".

Una tarde, al caer la noche, Mónica decidió contarle un secreto al árbol.

"Deseo saber cómo volar, como los pájaros en el cielo".

Al amanecer, se despertó con un brillo en sus ojos. Salió a su jardín y se encontró con que había crecido un arcoíris pequeño que llegaba hasta el árbol. Sin pensarlo dos veces, se subió a la rama más baja.

"¡Mamá, mirá! ¡Me siento como si volara!" gritó Mónica llena de alegría.

Pero, mientras disfrutaba de su nuevo juego, el arcoíris empezó a moverla hacia el cielo. Mónica no sabía qué hacer, comenzó a asustarse.

"¡Mamá! ¡Ayúdame!"

Luisa rápidamente se acercó.

"Imberbe, no te preocupes. Recuerda que la calma es clave. Toma una respiración profunda y piensa en el árbol."

Mónica respiró hondo y se concentró en el árbol. Poco a poco, el arcoíris la llevó de vuelta a la tierra.

"¡Lo logré!" dijo Mónica, asombrada.

But, mientras bajaba, se dio cuenta de que el árbol había crecido aún más, y ahora tenía flores coloridas.

"¡Mirá lo que hiciste, Mónica! El árbol cosmó su belleza", dijo Luisa.

"Esta es nuestra flor mágica", respondía la niña.

Con el tiempo, Mónica comenzó a invitar a otros niños del pueblo a jugar en su jardín. "¡Venid, veníd! Les quiero mostrar algo increíble". "¿Qué es?", preguntaron sus amigos.

"¡El árbol de los deseos! Si le cuentan lo que quieren, quizás se haga realidad. Solo hay que creer".

Los niños, llenos de emoción, empezaron a hablarle al árbol. A medida que pasaba el tiempo, la historia del árbol se extendió por todo el pueblo. Más y más personas venían a ver el jardín y a contar sus sueños.

Una mañana, mientras jugaban, Mónica escuchó un murmullo.

"¿Mamá, escuchás eso?"

"Puede que sea el viento, cariño".

"No, parece que el árbol está hablando".

Entonces, entre risa y aventura, decidieron organizar una fiesta en el jardín para celebrar a su árbol mágico. Todos en el pueblo se unieron a la celebración, y mientras bailaban, Mónica tuvo una idea brillante.

"Podríamos hacer un festival anual en honor al árbol. Así siempre recordaremos la importancia de cuidar y respetar a la naturaleza".

Luisa sonrió y asintió.

"Es una idea maravillosa, Mónica. El árbol nos ha enseñado la importancia de soñar, pero también de cuidar lo que amamos".

El festival se convirtió en una tradición del pueblo, un recordatorio de que los sueños podían hacerse realidad si se cuidaban con amor, y que la naturaleza siempre tenía algo especial que ofrecer. Mónica y Luisa, con su jardín mágico, aprendieron que cuando compartimos nuestros sueños y los cuidamos, podemos hacer crecer algo hermoso, no solo en la tierra, sino también en nuestros corazones.

Y en esa pequeña casita en el pueblo, la magia del jardín siguió floreciendo, convirtiendo sueños en realidades, fortaleciendo amistades y enseñando a todos a volar con los pies en la tierra.

FIN.

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