El Jardín de los Sueños



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, un niño llamado Tomás. Tomás era un niño muy curioso que pasaba sus días explorando la naturaleza y soñando con aventuras. Un día, mientras paseaba por el bosque, encontró un camino que no había visto antes. Decidió seguirlo y, para su sorpresa, llegó a un jardín mágico lleno de flores brillantes y árboles que hablaban.

- ¡Hola, pequeño! - dijo un árbol con una voz melodiosa - Bienvenido al Jardín de los Sueños.

Tomás, asombrado, preguntó:

- ¿Un jardín de sueños? ¿Qué es eso?

- Aquí todos los sueños pueden hacerse realidad - respondió el árbol - Pero debes tener cuidado. No todos los sueños son lo que parecen.

Intrigado, Tomás siguió caminando y encontró un estanque donde peces dorados danzaban en el agua.

- ¡Hola, Tomás! - cantó un pez dorado - Si deseas, puedo cumplir un deseo.

Tomás pensó un momento y dijo:

- Quiero ser el mejor nadador del mundo.

De repente, comenzó a nadar sin esfuerzo, surcando el estanque como un delfín. Pero pronto se dio cuenta de que estaba tan enfocado en nadar que había olvidado disfrutar del jardín y sus maravillas.

Entonces, decidió hacer otro deseo:

- Quiero poder volar como un pájaro.

En un instante, sus pies se elevaron del suelo y comenzó a volar. Se sentía libre, pero, al mirar hacia abajo, vio que el jardín se volvía pequeño. Empezó a sentir un poco de miedo.

- ¡Ayuda! - gritó Tomás, y el árbol lo escuchó.

- ¡Vuelve! - le dijo el árbol - Aquí no solo se trata de cumplir deseos, también es importante encontrar el equilibrio.

Tomás aterrizó en el suelo y, un poco preocupado, preguntó:

- ¿Qué debo hacer, árbol sabio?

- Debes aprender a disfrutar lo que ya tienes antes de desear lo que no tienes - le explicó el árbol - A veces, los mayores tesoros son las pequeñas cosas.

Tomás se quedó en el jardín, disfrutando del aroma de las flores, el canto de los pájaros y la risa de los peces. Se dio cuenta de que la verdadera magia estaba en disfrutar del momento y compartirlo con otros.

- Gracias, amigo árbol - dijo Tomás - He aprendido que hay que ser feliz con lo que uno tiene. Todo sueño tiene su momento.

Así, el jardín se convirtió en su lugar favorito, donde vivió muchas aventuras y aprendió que con paciencia y amor, los sueños pueden hacerse realidad, pero el verdadero regalo es saber valorarlos.

Desde entonces, Tomás nunca dejó de explorar, pero siempre recordando disfrutar cada instante. Y así, el Jardín de los Sueños se volvió un lugar especial en su corazón, donde cada paseo era una nueva aventura y cada momento, un nuevo sueño.

FIN.

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