El Jardín de los Sueños



En un tranquilo pueblito llamado Colorville, vivía una niña llamada Lila. Lila era conocida por su increíble imaginación. Cada mañana, al despertar, se sumergía en un mundo de fantasía donde los árboles hablaban y los animales bailarines la saludaban con alegría.

"Hoy voy a crear un jardín mágico", se decía Lila mientras jugaba en su patio.

Lila decidió que necesitaba un lugar especial donde todos sus amigos pudieran compartir sus ideas y sueños. Con su mente repleta de coloridos paisajes, comenzó a dibujar planos de lo que sería su jardín.

Cuando llegó a la escuela, su mejor amiga, Tobi, se acercó.

"¿Qué estás dibujando?" -preguntó Tobi, curioso.

"Es un jardín mágico. En él, podremos plantar ideas y sueños, ¡y florecerán de la manera más maravillosa!" -respondió Lila con ojos brillantes.

"¡Suena increíble! Pero, ¿cómo lo haremos?" -preguntó Tobi.

Lila pensó por un momento y recordó un cuento que había escuchado sobre un viejo árbol que concedía deseos.

"¡Podemos buscar el árbol del deseo! Si encontramos sus semillas, podremos sembrarlas en nuestro jardín".

Decidieron salir en busca del árbol. Juntos, recorrieron el bosque cercano, preguntando a las ardillas y los pájaros dónde podían hallarlo. Después de un largo rato de aventura, encontraron al anciano árbol en el centro de un claro iluminado por el sol.

"¡Este es!" -gritó Lila emocionada. "¡Vamos a pedirle las semillas!"

Se acercaron y tocaron suavemente el tronco.

"Querido árbol, somos dos soñadores en busca de semillas que nos permitan crear un jardín donde florezcan nuestras ideas" -pidió Tobi con voz temblorosa.

El árbol comenzó a agitarse y, de repente, dejó caer un puñado de semillas brillantes sobre el suelo.

"Gracias, amado árbol. ¡Te prometemos cuidar de estas semillas!" -dijo Lila.

Con las semillas en manos, corrieron de vuelta a Colorville y comenzaron a preparar su jardín. Lila y Tobi cavaron y sembraron cada semilla con amor y entusiasmo. Todos los días cuidaban su jardín, regando y platicando con las plantas, contándoles las historias que creaban juntas.

Sin embargo, al cabo de unas semanas, las semillas no brotaban. Lila y Tobi se sintieron desconcertados.

"¿Por qué no crecen?" -se lamentó Lila en una tarde nublada.

"Quizás lo que falta es un poco de magia" -sugirió Tobi.

Entonces recordaron que las plantas mágicas necesitan historias para crecer. Así que decidieron ayudar a sus semillas contando cuentos. Se sentaron en el jardín y comenzaron a inventar historias de valentía, de amistad y de fantasía.

Cada relato que compartían parecía hacer que el jardín brillara un poco más. Después de varios días llenos de cuentos, sucedió algo asombroso: pequeñas plantas comenzaron a brotar del suelo.

"¡Mirá! Están creciendo!" -gritó Lila llena de alegría.

"¡Cada historia es una semilla!" -exclamó Tobi iluminándose.

El jardín se llenó de flores y colores, y pronto se convirtió en un lugar donde todos los niños de Colorville venían a compartir sus sueños e historias. Unos mandaban globos al aire, otros pintaban en las paredes, y todos juntos hacían de aquel jardín un lugar mágico.

Con el tiempo, Lila y Tobi comprendieron que la imaginación y la creatividad eran como sus plantas: florecían cuando se alimentaban de historias y sueños compartidos.

"Nunca dejemos de contar nuestras historias, Tobi. Así siempre habrá magia a nuestro alrededor."

"¡Sí, Lila! ¡Hagamos del Jardín de los Sueños el lugar más querido de Colorville!"

Y así, el Jardín de los Sueños se convirtió en un refugio para la imaginación de todos, un recordatorio de que cada idea puede crecer y florecer si se la cuida con amor y creatividad. Y, a través de cada nueva historia, el jardín continuó expandiéndose, cada vez más mágico.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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