El Jardín de Sombras



En un pequeño y apartado pueblo, donde el viento susurraba historias de antaño, se encontraba un jardín misterioso. Se decía que estaba lleno de sombras que cobraban vida durante la luna llena. Los niños del pueblo solían contar historias sobre el Jardín de Sombras, pero nadie se atrevían a acercarse.

Un día, Clara, una niña curiosa de ojos grandes y llenos de sueños, decidió que tenía que descubrir qué había en ese jardín. Ella era amiga de Tomás, un niño aventurero que siempre estaba dispuesto a seguirla en sus locuras.

-Clara, ¿seguro que queremos ir a ese jardín? Dicen que está maldito. -dijo Tomás con un ligero temblor en su voz.

-No hay tal cosa como maldiciones. ¡Solo son cuentos para asustar a los más pequeños! -respondió Clara con determinación.

Así, bajo la luz tenue del atardecer, los dos amigos se adentraron en el jardín. Al principio, todo parecía normal: flores de colores vibrantes y arboles sólidos como muros. Sin embargo, a medida que se acercaban al centro, la atmósfera se tornaba más oscura, y las sombras comenzaban a danzar a su alrededor.

-De verdad, Clara, creo que deberíamos volver. -dijo Tomás, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

-¡Yo solo quiero ver qué hay allí! ¡Solo un vistazo! -insistió Clara.

Cuando llegaron a un claro extraordinario, encontraron un antiguo mausoleo cubierto de enredaderas. En la puerta, había una inscripción que decía: "Aquel que entra podrá descubrir su verdadero yo". Sin dudarlo, Clara empujó la puerta.

Al entrar, la oscuridad era profunda y el aire frío. De pronto, las sombras que previamente parecían danzar comenzaron a formar figuras: animales, plantas y luego personas; todos llevaban expresiones de alegría, tristeza y sorpresa.

-Tomás, ¡mira! ¡Ellos son... son recuerdos! -exclamó Clara mientras se acercaba a una figura que representaba a su abuelo de niña.

-¿Son nuestros recuerdos? -preguntó Tomás, asombrado.

-Sí... pero también son... -Clara frenó su oración al notar que algunas sombras mostraban momentos difíciles, como caídas y lágrimas.

-Esos son tus miedos. -dijo una figura desde las sombras. Era una mujer con un vestido de época, su mirada era sabia y suave.

-¿Quién eres? -preguntó Clara, intrigada.

-Soy la Guardiana de los Recuerdos. Este es un lugar donde las sombras revelan lo que llevas dentro.

-¿Pero por qué hay sombras tristes? -interrogó Tomás.

-Las sombras representan todo lo que somos, lo bueno y lo malo. Aceptarlas nos permite crecer. -respondió la Guardiana.

Clara y Tomás se miraron, comprendiendo que sus miedos no eran enemigos, sino parte de ellos.

-¿Cómo podemos hacer que las sombras se conviertan en luces? -preguntó Clara con curiosidad.

-Primero, hay que comprenderlas. Habla con ellas y escucha lo que tienen que decirte. -les aconsejó la mujer.

Con determinación, Clara se acercó a una sombra que representaba su miedo a fracasar.

-¿Por qué tienes esta forma? -preguntó.

-Miedo porque a veces te haces expectativas altas, y te asustas de no poder cumplirlas. Pero cada intento es un paso. -respondió la sombra, su voz salía como un susurro.

-¡Es cierto! A veces tengo tanto temor de equivocarme que ni siquiera lo intento. -dijo Clara, comprendiendo su propio corazón.

Ahora era el turno de Tomás. Se acercó a una sombra que representaba su temor a ser rechazado por sus amigos.

-¿Por qué te dejas llevar por eso? -preguntó Tomás.

-Porque a veces, te encierras en tus dudas, piensas que no eres lo suficientemente bueno. Pero los verdaderos amigos están ahí, independientemente de tus errores. -respondió la sombra con ternura.

Clara y Tomás se miraron y sintieron que esas sombras, que antes les asustaban, eran en realidad sus aliados.

-Gracias, Guardiana. Ahora entiendo que tengo que aceptar mis sombras para poder ver la luz. -dijo Clara con una sonrisa.

Con el tiempo, las sombras comenzaron a iluminarse, transformándose en colores brillantes. Cada uno de ellos se sentía más ligero y fortalecido, como si hubieran dejado atrás una carga.

-Muchachos, ahora que han aprendido a lidiar con sus sombras, el jardín les estará siempre disponible. Recuerden, siempre hay luz después de la oscuridad. -dijo la Guardiana mientras las sombras se desvanecían.

Clara y Tomás salieron del jardín riendo, con historias que contar a sus amigos, y con una nueva comprensión de sí mismos. Desde ese día, no le temieron a sus miedos, sino que los abrazaron como parte de su crecimiento. En el jardín de sombras encontraron la luz, y decidieron que siempre seguirían explorando juntos.

FIN.

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