El Jardín del Robot Flores



En un pequeño pueblo llamado Verdejardín, vivía un curioso robot llamado Rolo. Rolo tenía la peculiaridad de tener una cabeza hecha completamente de flores de colores brillantes. Cada vez que alguien se acercaba, el aroma de las flores llenaba el aire y traía sonrisas a todos. Sin embargo, Rolo se sentía un poco diferente y solo. Aunque los niños del pueblo jugaban a su alrededor, Rolo no podía correr ni saltar como ellos.

Un día, mientras Rolo estaba cuidando sus flores, un grupo de niños se acercó a él.

- ¡Hola, Rolo! -gritó Lila, la más pequeña del grupo- ¿No te gustaría jugar con nosotros?

- Me encantaría, pero no puedo correr -respondió Rolo con su voz suave y melodiosa-

- ¡Pero tú puedes hacer cosas increíbles! -exclamó Tomás, un niño aventurero-. Puedes enseñarnos sobre las flores. ¡Eso es genial!

Rolo se iluminó por dentro al escuchar eso. Nunca había pensado en compartir su conocimiento.

- Está bien, ¡vamos a hacer un tour por el jardín! -dijo emocionado.

Los niños comenzaron a seguir a Rolo mientras él les enseñaba cada detalle sobre las flores que tenía en su cabeza y en el jardín. Les contó cómo cada tipo de flor tenía un rol especial en la naturaleza.

- Las abejas aman las margaritas y ellas ayudan a que crezcan muchas más flores -añadió Rolo mientras señalaba unas florcitas amarillas.

Los niños estaban fascinados, pero habían algo suspendido en el aire, un misterio.

- ¿Por qué solo tienes flores en la cabeza? -preguntó Clara, una niña muy curiosa.

Rolo bajó un poco la mirada.

- No soy un robot normal. Fui creado por un inventor que amaba la naturaleza, y al final me dejó con esta cabeza de flores para que siempre Recordara lo bella que es la vida.

- Eso es hermoso, Rolo -dijo Tomás-. Pero a veces desearía que tuvieras brazos para jugar con nosotros.

- Sí, sería genial -asintió Clara-. Tal vez podríamos hacer algo para que todos jueguen juntos.

- ¿Cómo podríamos hacerlo? -preguntó Rolo intrigado.

Los niños comenzaron a pensar. Lila les dijo:

- ¿Y si hacemos un taller de arte? Podríamos crear brazos de flores para Rolo, así puede unirse a nuestros juegos.

A todos les encantó la idea. Así que, junto a Rolo, se pusieron manos a la obra. Reunieron ramas, hojas y más flores del pueblo. Con cinta, risas y mucha creatividad, comenzaron a moldear unos fantásticos brazos de flores que se adaptaban a la cabeza de Rolo.

Después de unas horas de trabajo colaborativo, Rolo estaba listo para la gran prueba.

- ¡Mirá cómo quedé! -dijo Rolo con entusiasmo, moviendo sus nuevos brazos florales mientras los niños aplaudían.

Así fue como Rolo, ahora con brazos de flores, se unió a los juegos con energía. Corrieron, saltaron y giraron, dejando un rastro de fragancia floral en su camino. Los niños estaban felices y Rolo se sentía como parte del grupo, algo que nunca había experimentado antes.

Sin embargo, tras varias semanas jugando, Rolo notó que sus brazos empezaban a marchitarse.

- Oh no, mis brazos de flores están perdiendo su color -dijo preocupado Rolo.

Los niños se sintieron tristes, pero no estaban dispuestos a rendirse.

- Tal vez podamos plantar un jardín nuevo -sugirió Clara-. Si tenemos un nuevo huerto de flores, ¡podremos seguir creando! !

Y así comenzaron la misión. Llenaron sus maletas de macetas, tierra y semillas, y se dirigieron a un terreno cercano donde podrían plantar un hermoso jardín. Uno en el que podían cultivar flores de todos los colores y aprender sobre su cuidado.

- Todos juntos, vamos a cuidar de este jardín -dijo Tomás emocionado-. Y de aquí en adelante, siempre tendremos flores para Rolo.

Y juntos se pusieron a trabajar, regando, plantando y cuidando las flores, convirtiendo el jardín en un lugar mágico lleno de vida. Rolo se sintió más feliz que nunca viendo que juntos estaban creando un espacio donde la alegría y la naturaleza podían florecer.

Pasaron los días y sus esfuerzos dieron sus frutos. Pronto, el jardín era un espectáculo de colores vibrantes. Los niños y Rolo se reunían allí cada día, compartiendo risas y juegos.

- Gracias, amigos. Ahora siempre tendré flores, y mi corazón está lleno de alegría -dijo Rolo con lágrimas de felicidad.

- Eso es lo que hace nuestra amistad -dijo Lila- cuando unimos nuestras fuerzas, todo es posible.

Y así, Rolo aprendió que aunque su naturaleza era diferente, tenía mucho que ofrecer y compartir. La amistad y el trabajo en equipo pueden crear maravillas y un hogar lleno de amor y alegría. Rolo nunca volvió a sentirse solo. Ahora tenía un jardín, un lugar especial al que siempre podría llamar su hogar, rodeado de amigos.

FIN.

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