El Lobo Amante de los Pasteles



Había una vez, en un bosque lleno de árboles altos y frondosos, un lobo llamado Lucho. Aunque muchos pensaban que los lobos eran feroces y aterradores, Lucho tenía un amor especial: ¡los pasteles! Cada vez que pasaba por la casita de la Vieja Mari, una abuela que hacía los mejores pasteles del bosque, se le hacía agua la boca.

Un día, Lucho decidió que ya era hora de probar uno de esos deliciosos pasteles. Pero en lugar de atacar la casita, pensó en una forma más amistosa de obtener uno.

- “¡La Vieja Mari es buena onda! Quizás si le ofrezco algo a cambio...”, se dijo a sí mismo.

Lucho decidió preparar una canasta llena de frutas del bosque: fresas, moras y arándanos. Después de recolectarlas con mucho cuidado, llevó la cesta hasta la casita.

- “¡Hola, Vieja Mari! Soy Lucho, el lobo. Vine a ofrecerte estas frutas a cambio de un pastelcito”, dijo, tratando de sonar amable.

La Vieja Mari, sorprendida pero intrigada, miró a Lucho con desconfianza. Ella había escuchado cuentos sobre lobos que atormentaban a los animales del bosque.

- “¿Y por qué debería confiar en un lobo? ”, preguntó con un tono de voz firme.

Lucho sonrió, dejando ver su lado más amistoso.

- “Porque no todos los lobos son malos. Solo quiero disfrutar de un pastel y compartir mis frutas contigo”.

La Vieja Mari pensó por un momento. Había algo en la voz gentil de Lucho que la hacía sentir curiosidad, así que decidió darle una oportunidad.

- “Está bien, ven adentro y preparemos ese pastel juntos”, dijo mientras abría la puerta.

Mientras Lucho y la Vieja Mari cocinaban, la relación entre ellos se fue estrechando. Lucho era un gran ayudante, decorando el pastel con un toque especial de frutas. En un momento dado, Lucho no pudo resistir la tentación de probar un poco de la mezcla que estaban preparando.

- “¡Mmm! ¡Esto huele delicioso! ”, exclamó mientras probaba un poco.

- “¿Te gusta, Lucho? ”, preguntó la Vieja Mari, riendo ante su entusiasmo.

- “¡Me encanta! Nunca pensé que hacer un pastel sería tan divertido”, respondió Lucho mientras remojaba sus patas en la harina.

Finalmente, después de mucho trabajo, el pastel estuvo listo. Tenía un aspecto espectacular, decorado con moras y fresas. La Vieja Mari y Lucho se sentaron a disfrutarlo juntos.

- “No puedo creer que haya hecho un pastel con un lobo”, dijo la Vieja Mari entre risas.

- “¡Y no puedo creer que haya probado frutas tan deliciosas! ¿Sabes qué? ¡Deberíamos hacer esto más seguido! ”, respondió Lucho, sintiéndose más feliz que nunca.

A partir de ese día, Lucho y la Vieja Mari comenzaron a colaborar en la cocina. Todos los sábados, el lobo traía frutas frescas y juntos hacían pasteles que compartían con los demás habitantes del bosque. La fama de sus pasteles se extendió y pronto, todos los animales venían a visitar la casita de la Vieja Mari.

Un día, mientras disfrutaban de un nuevo pastel, Lucho se dio cuenta de algo importante.

- “¿Sabes, Vieja Mari? Siempre pensé que los lobos no podían ser amigos de los otros animales. Pero creo que el amor por la cocina es más fuerte que cualquier mito”, dijo.

- “Así es, Lucho. No importa cómo se vea uno por fuera, lo que realmente cuenta es lo que llevamos dentro”, respondió con una sonrisa.

Y así, Lucho, el lobo amante de los pasteles, se convirtió en un amigo querido de todos en el bosque, demostrando que la amistad y el cariño pueden derribar cualquier barrera. Juntos, demostraron que la colaboración y la confianza son más poderosas que los prejuicios.

Desde entonces, cada pastel que hacían no solo era delicioso, también estaba lleno de amor y amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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