El lobo, los colmillos perdidos y el baile inesperado



Había una vez, en un bosque encantado, un lobo llamado Lucho. Lucho era conocido por su gran astucia y sus impresionantes colmillos dorados que no solo le ayudaban a cazar, sino que también eran su mayor orgullo. Un día, mientras corría tras su cena, un tropiezo inesperado lo llevó a perder sus valiosos colmillos.

Desconcertado, Lucho se acercó a la casa de su querida amiga, la abuela de Caperucita Roja, que siempre estaba dispuesta a ayudar a los habitantes del bosque. Cuando la abuela vio a Lucho triste y sin sus colmillos, se apenó mucho.

"Pero, Lucho, ¿cómo vas a comer sin tus colmillos?" - preguntó la abuela con preocupación.

"No lo sé, abuela. No puedo masticar nada sin ellos. ¡Me sentiré muy débil!" - respondió el lobo, mirando hacia abajo.

La abuela decidió preparar una rica sopa para Lucho, algo que podía comer sin necesidad de masticar.

"Aquí tienes, querido Lucho. Es una sopa de zanahorias y espinacas. Muy nutritiva y deliciosa" - dijo mientras le servía un plato humeante.

Mientras Lucho se deleitaba con la sopa, Caperucita Roja, que pasaba por allí, notó que algo no estaba bien. Se acercó a la casa y preguntó:

"¿Qué le pasa a Lucho, abuela?" - con una voz dulce y preocupada.

"Perdió sus colmillos dorados y necesita ayuda, Caperucita. No puede cazar y se está sintiendo muy mal" - respondió la abuela.

Caperucita, decidida a ayudar a su amigo, pensó en el cazador, un hombre valiente y fuerte que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Así que, rápidamente, se dirigió hacia la casa del cazador.

"¡Cazador, cazador!" - gritó al llegar "¡Lucho el lobo necesita tu ayuda!"

"¿Qué le pasa a Lucho?" - preguntó el cazador, alarmado.

"Perdió sus colmillos dorados en la cueva del inframundo y no puede comer. Debemos ir a buscarlos" - dijo Caperucita con determinación.

El cazador, que siempre había tenido una buena relación con Lucho, decidió ir con Caperucita a la cueva del inframundo. Sabía que la cueva era un lugar oscuro, lleno de misterios, pero no podían dejar a su amigo en ese estado.

Al llegar a la cueva, encontraron un guardián llamado Grom, un pequeño duende que custodiaba el lugar.

"¿Qué hacen aquí?" - preguntó Grom con voz traviesa.

"Vinimos a recuperar los colmillos de Lucho. ¿Nos dejarás pasar?" - solicitó Caperucita, con su más encantadora sonrisa.

"¡Solo si me cuentan un chiste!" - Grom exigió, cruzando los brazos.

El cazador y Caperucita intercambiaron miradas. ¿Cómo un chiste los ayudaría en esta situación? Pero, decididos a no rendirse, el cazador comenzó:

"- ¿Por qué está feliz la escoba?"

"- No sé, ¿por qué?" - preguntó Grom.

"- Porque ba-rriendo!" - respondió el cazador, riendo a carcajadas.

A Grom le gustó tanto el chiste que dejó pasar a Caperucita y al cazador.

"Está bien, pueden pasar, pero solo por esta vez y no se queden mucho tiempo" - les advirtió Grom.

Ya adentro de la cueva, fue difícil encontrar los colmillos. Había muchísimas sombras y ecos. Luego de buscar por un rato, el cazador, al revisar un rincón oscuro, descubrió los colmillos dorados brillando entre piedras.

"¡Aquí están!" - gritó feliz el cazador.

Caperucita corrió hacia donde estaba el cazador y, juntos, levantaron los colmillos.

"Ahora tenemos que regresar a Lucho!" - exclamó Caperucita emocionada.

Al volver, la abuela los recibió con una gran sonrisa.

"¡Lo lograron!" - aplaudió.

Unas horas después, Lucho pudo ponerse sus colmillos de nuevo. Estaba tan agradecido que decidió reunir a todos los animales del bosque para dar una gran fiesta en agradecimiento al cazador y a Caperucita. Todos bailaron y celebraron, y Lucho dijo:

"- Gracias a ustedes, he aprendido que no hay problema demasiado grande si tenemos amigos que nos apoyan. ¡Brindemos por la amistad y la ayuda mutua!"

Así, todos festejaron bailando y celebrando la unión y la colaboración, recordando que juntos podían superar cualquier obstáculo, y que siempre es bueno ayudar a los demás cuando lo necesitan.

FIN.

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