El Mago de los Bosques Encantados



En un pueblo pequeño rodeado de verdes montañas y ríos cantarines, había un rey querido por todos. Sin embargo, un día, el rey cayó enfermo debido a un hechizo lanzado por una malvada bruja que habitaba en las oscuras profundidades del bosque. Emma, una joven valiente del reino, decidió ayudar al mago Aldrin, el más poderoso de todos, a encontrar la cura antes de que llegara el día fatal.

"No podemos dejar que el rey sufra más, Aldrin", dijo Emma con determinación.

"Tienes razón, Emma", respondió el mago. "He escuchado rumores sobre una flor mágica que crece en lo más profundo del Bosque Encantado. Su néctar tiene el poder de sanar cualquier enfermedad, pero el camino es peligroso".

"Estoy dispuesta a enfrentar cualquier riesgo", contestó Emma.

Así, con su varita mágica y el corazón rebosante de valentía, Aldrin llevó a Emma a la entrada del oscuro bosque. Mientras avanzaban, los árboles se hacían más altos y más espaciados, y la luz apenas lograba filtrarse entre las hojas.

"Debemos ser cuidadosos", advirtió Aldrin. De repente, un viento helado cortó el aire y un misterioso susurro resonó.

"¡Cuidado!" exclamó una voz. Era un pequeño duende llamado Lumo que había estado observando a la pareja. "Si continúan, se enfrentarán a las trampas de la bruja".

"¿Cómo sabes de las trampas?" preguntó Emma.

"Yo solía ser su ayudante, pero no me gustaba hacerle el mal a la gente. Puedo guiarlos si me dejan unirme a su misión", ofreció Lumo.

"Tenemos poco tiempo, pero aceptamos tu ayuda", decidió Aldrin.

Lumo condujo al mago y a Emma a través de caminos ocultos y senderos seguros. En su travesía, encontraron criaturas mágicas que les ofrecieron acertijos para poner a prueba su ingenio.

"¿Qué es lo que vuela sin alas y llora sin ojos?" interrogó un anciano búho.

"Es el viento", respondió rápidamente Emma, recordando las historias que su abuela le contaba. El búho sonrió y les permitió continuar. Por el camino, descubrieron un río de aguas cristalinas donde un pez dorado les habló:

"Solo aquellos con corazones puros pueden cruzar. ¿Qué harían para salvar al rey?"

"Haríamos cualquier cosa. El amor por nuestro rey es lo más importante", respondió Aldrin. Impresionado, el pez les mostró un paso seguro sobre las aguas.

Finalmente, llegaron a un claro donde brillaba la legendaria flor mágica. Sin embargo, antes de que pudieran acercarse, la bruja apareció.

"¡Alto! Nadie puede tocarlas!" gritó con un aire amenazante.

"No venimos a hacerte daño, solo queremos salvar a nuestro rey", explicó Emma.

"¿Y qué te hace pensar que me importa el rey?" retó la bruja.

"Si salvas al rey, ganarás el amor del pueblo. ¿No prefieres ser recordada como una heroína en lugar de una villana?" dijo Lumo, intentando apelar a su sentido común.

La bruja dudó. "Quizás hay algo de verdad en tus palabras..." murmuró pensativa.

Emma vio su oportunidad. "Si te dejas ayudar, podríamos establecer un acuerdo. Tú nos das la cura y todos te aceptarán como parte del reino, ¿qué te parece?"

Finalmente, a la bruja se le iluminó el rostro. “Está bien, pero necesito un nuevo hogar, uno que no sea solo miedo y oscuridad”.

"Entonces, vamos a construir un nuevo hogar juntos", dijo Aldrin. La bruja asintió, y juntos recogieron la flor.

Con el néctar en sus manos, apresuradamente regresaron al castillo y dieron al rey el remedio. En cuestión de minutos, el rey se despertó, lleno de vida. Todos aplaudieron y celebraron el retorno de su amado rey.

Emma y Aldrin también presentaron a la bruja, quien con el tiempo aprendió a utilizar su magia para el bien y ayudó a mejorar el reino.

Desde ese día, el bosque ya no se percibía como un lugar tenebroso, sino como un hogar lleno de maravillas. La valentía de Emma había transformado no solo a la bruja, sino a todo el reino. Y así, los tres amigos vivieron muchas aventuras juntos, recordando siempre que el amor y la bondad pueden cambiar incluso a los corazones más oscuros.

FIN.

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