El Monstruo de Luz



En un pueblo lejano en Europa, llamado Villaluz, había un rumor que circulaba entre los niños: un monstruo vivía en el bosque cercano, un monstruo que era enorme y animal con unos ojos brillantes como dos faros. Nadie se atrevía a acercarse, pero siempre había un grupo de amigos aventureros que deseaba conocer la verdad.

Un día, cuatro amigos, Sofía, Mateo, Julieta y Lucas, decidieron que era hora de descubrir quién era realmente aquel monstruo.

"¡Vamos a buscarlo!" - propuso Sofía, con su característico entusiasmo.

"Pero, ¿y si es peligroso?" - se preocupó Mateo, que siempre pensaba en la seguridad de todos.

"Tendremos cuidado, solo queremos hablar con él," - dijo Julieta, intentando calmar a Mateo.

"Además, puede que lo que escuchamos no sea cierto," - agregó Lucas.

Los cuatro amigos prepararon una mochila con bocadillos, una linterna y un mapa, y se aventuraron hacia el bosque. Después de caminar un rato, empezaron a ver unas huellas grandes en el suelo.

"¡Miren esto!" - exclamó Lucas.

Siguieron las huellas hasta que encontraron una cueva oscura.

"¿Entramos?" - preguntó Julieta nerviosa.

"Sí, ¡hagámoslo!" - respondió Sofía con valentía.

Al entrar a la cueva, encontraron a una figura gigantesca que temblaba de miedo. Era el monstruo. Tenía grandes orejas y un pelaje espeso. Cuando se dio vuelta, los amigos se encontraron cara a cara con su gigante rostro.

"¡No me coman!" - gritó el monstruo, cubriéndose la cabeza.

"¡No queremos comerte!" - respondió Mateo rápidamente.

"¿Entonces qué quieren?" - preguntó el monstruo, más curioso que asustado.

"Queremos conocerte," - dijo Sofía, dando un paso adelante.

El monstruo soltó un suspiro de alivio.

"¡Oh! Pensé que venían a asustarme. Siempre he vivido aquí solo porque todos creen que soy malo. Pero en realidad, estoy solo y me gustaría tener amigos."

Los cuatro amigos se miraron sorprendidos.

"¿Por qué no salís a jugar con nosotros?" - sugirió Julieta.

"¡No puedo! La gente me teme y no sé cómo ser su amigo!" - dijo el monstruo, triste.

"¡Podemos enseñarte!" - exclamó Lucas con una sonrisa.

Los amigos comenzaron a visitar al monstruo todos los días. Jugaron a las escondidas, contaron cuentos e incluso hicieron un picnic. Con el tiempo, el monstruo fue aprendiendo a socializar.

Un día, Sofía tuvo una idea brillante.

"¡Hagamos una fiesta en el pueblo y le decimos a todos que vengan!" - sugirió emocionada.

"¿Y si no quieren?" - cuestionó Mateo.

"Si los invitemos y todos se conocen, tal vez vean que no es peligroso!" - propuso Julieta.

Convencidos, los cuatro organizaron el evento y enviaron invitaciones a cada casa de Villaluz. El día de la fiesta estaba soleado y el pueblo se llenó de risas y música.

"¿Están listos para conocer a nuestro nuevo amigo?" - preguntó Lucas a todos los niños.

Los habitantes comenzaron a murmurar, pero la curiosidad los movía. Finalmente, el monstruo salió de su cueva con un gran error lleno de miedo, pero con la seguridad de sus amigos a su lado.

"¡Hola!" - dijo el monstruo con una voz tímida.

Los niños lo miraron en shock, sin saber qué hacer. Pero Sofía dio un paso adelante.

"¡No tengan miedo! Es nuestro amigo!" - dijo con firmeza.

Poco a poco, los demás comenzaron a acercarse, algunos tímidamente, otros llenos de entusiasmo.

"¡Cuánto me alegra conocerlos!" - dijo el monstruo sonriendo por primera vez.

Desde entonces, el monstruo de Villaluz pasó de ser un ser solitario a ser el más querido de todos. Los niños aprendieron que las apariencias pueden engañar y que la amistad puede nacer en los lugares más inesperados.

"¡Nunca más seré solo!" - exclamó el monstruo emocionado. Y así, el monstruo de luz se convirtió en el héroe del pueblo, mostrando a todos que dentro de cada uno puede haber bondad y amistad, solo hay que mirar con el corazón.

FIN.

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