El Mundo a Través de los Sentidos



Había una vez en un pequeño barrio, un niño llamado Lucas. Lucas era ciego, pero no dejaba que eso lo detuviera. Había aprendido a moverse con la ayuda de un perro guía llamado Max, quien lo acompañaba a todos lados. Sin embargo, había algo que le resultaba difícil: la idea de un nuevo cuidador.

Un día, sus padres le dijeron que tendría un nuevo cuidador. "¿Por qué lo necesito?" - preguntó Lucas con frustración. "Ya sé cómo manejarme solo."

Al día siguiente, Alejandro, un chico de diecisiete años, llegó a la casa de Lucas. Al principio, no se llevaban bien. Lucas veía a Alejandro como alguien que intentaba controlarlo, mientras que Alejandro sentía que Lucas no apreciaba su ayuda.

"¡No necesito que me digas por dónde ir!" – gritó Lucas un día, mientras traspone el umbral de la puerta, con Max acompañándolo -

"Solo quiero asegurarme de que estés a salvo, Lucas" - respondió Alejandro, intentando mantener la calma.

Durante las primeras semanas, sus interacciones eran tensas. Pero una tarde, mientras Lucas escuchaba música en su habitación, Alejandro entró y se sentó a su lado.

"¿Qué escuchás?" - preguntó Alejandro.

"Es música de piano. Te invita a soñar. " - dijo Lucas, con su voz suave.

"A mí me gusta el rock, tiene mucha energía" - contestó Alejandro, sintiendo cómo la atmósfera se relajaba.

A partir de ese día, comenzaron a compartir sus gustos musicales. Lucas le enseñó a Alejandro a escuchar con atención, a distinguir los pequeños sonidos que otros no notaban, y Alejandro le mostró a Lucas cómo se podía tocar la guitarra.

Un día, Alejandro le propuso a Lucas jugar a un juego de adivinanzas. "Te voy a dar pistas y vos intentás adivinar qué objeto es" - dijo.

"Está bien, pero solo si prometés que no decís que soy un tramposo" - respondió Lucas con una risa.

Se convirtieron en amigos rápidamente. Juntos exploraban el jardín, donde Lucas podía disfrutar del olor de las flores, y Alejandro le describía cómo eran.

Con el tiempo, Alejandro se dio cuenta de que cada día aprendía algo nuevo de Lucas; su valentía, su sentido del humor y su increíble capacidad de escuchar el mundo. Y Lucas comenzó a confiar en Alejandro, sintiéndose más seguro al tenerlo cerca.

Un día, mientras estaban en el parque, un grupo de chicos comenzó a hacer comentarios burlones sobre Lucas. "Miren, el chico ciego y su cuidador. ¡Qué raro!" - dijeron.

"Váyanse a jugar a otro lado" - les respondió Alejandro, protegiendo a Lucas. El chico ciego escuchó el murmullo y sintió una punzada en su corazón.

"No dejes que te afecte, no somos raros" - le dijo Alejandro, tocando su hombro.

"No sé si es tan fácil" - dijo Lucas, con la voz baja.

Alejandro, sin pensarlo dos veces, empezó a tocar su guitarra, llenando el aire de una melodía contagiosa. "Vamos, cantá conmigo" - lo animó. Al principio, Lucas se sintió tímido, pero poco a poco, se unió a la canción, y al final, muchos de los chicos comenzaron a escucharlos en lugar de burlarse.

Desde ese día, Lucas no solo se sintió más seguro de sí mismo, sino que también se dio cuenta de la importancia de tener a alguien como Alejandro a su lado.

Pasaron semanas y su relación siguió creciendo, llegando más allá de una simple amistad. Empezaron a soñar juntos, a planear aventuras, y hasta se hicieron cómplices de pequeños secretos. Fue así como, poco a poco, Lucas se dio cuenta de que estaba enamorado de su cuidador. Pero, ¿qué pasaría cuando decidiera decírselo?

Una tarde, mientras estaban en el parque, Lucas juntó valor. "Alejandro, tengo algo que decirte..." - comenzó, temblando un poco.

"¿Qué pasa, amigo?" - le respondió Alejandro con una sonrisa.

"Te veo como algo más que solo un amigo, me haces sentir seguro, y me encantaría que fuéramos más que solo amigos."

"Yo también siento lo mismo, Lucas. Te admiro mucho y me encanta pasar el tiempo contigo" - le confesó Alejandro emocionado.

Desde aquel momento, su relación floreció. Aprendieron que el amor no se trata solo de lo que podemos ver, sino de lo que se siente en el corazón. Juntos, crearon un lazo fuerte, apoyándose mutuamente y descubriendo el mundo de una forma inolvidable.

Así, Lucas y Alejandro enseñaron a todos que la verdadera conexión va más allá de lo físico. El amor, la amistad y la comprensión son las claves para construir un mundo mejor, donde incluso un chico ciego pueda sentir que tiene un lugar iluminado en el corazón de otro.

Fin.

FIN.

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