El Mundo de ELY



Había una vez, en un barrio lleno de colores, una niña de tres años llamada Ely. Con risos dorados como el sol y ojos curiosos, Ely era especial, pero a menudo se sentía incomprendida. Hablaba solo algunas palabras, lo que hacía que sus papás, María y Lucas, no supieran cómo ayudarla. A veces, se ponía muy irritable cuando algo no salía como ella quería.

Un día, mientras Ely jugaba en su habitación, comenzó a frustrarse porque sus bloques de colores no encajaban. Con un grito, arrojó un bloque al suelo.

"¡No, no, NO!" - gritó Ely.

María entró rápidamente al cuarto.

"Ely, mi amor, ¿qué sucede?"

Ely lo miró con lágrimas en los ojos, pero no pudo decir lo que sentía.

En ese momento, Lucas entró con una gran sonrisa.

"¿Qué tal si vamos al parque a jugar? Quizás el aire fresco y los columpios te alegren el día".

Ely dudó, pero al ver los ojos brillantes de su papá, aceptó. Se pusieron sus abrigos y salieron de la mano hacia el parque.

Al llegar, Ely vio un enorme columpio y corrió hacia él. Pero había una niña más grande en el columpio que no quería dejarle pasar.

"¡Hazte a un lado!" - dijo Ely en voz baja, pero con un tono claramente irritado.

La niña la miró confundida. Nunca había visto a otra niña tan molesta porque no podía jugar.

Lucas se acercó.

"Ely, tal vez podrías compartir el columpio. ¿Qué te parece esperar tu turno?"

Ely, con los brazos cruzados, miró a su papá. Pero sus pies se movían inquietos. Finalmente, decidió esperar. Al verla, la niña mayor se sintió conmovida.

"Si quieres, podemos jugar juntas después. Te empujaré y será divertido."

Ely abrió los ojos, sorprendida. Nunca había pensado en compartir su tiempo de juego.

"¿De verdad?" - preguntó, más curiosa que irritada.

"Sí, ven, te empujaré primero" - contestó la niña, sonriendo.

Ambas niñas comenzaron a jugar y Ely se olvidó de su frustración. Sus risas llenaron el parque. Se turnaron en el columpio y, en un momento, Ely gritó de felicidad:

"¡Más alto, más alto!"

María y Lucas miraban de lejos, emocionados por el cambio en Ely. Ella, que antes solo decía palabras sueltas, ahora llevaba una conversación con la niña.

Finalmente, se despidieron de su nueva amiga, y Ely regresó a casa radiante.

"Ely, independientemente de lo que pase, siempre puedes decirnos lo que necesitas" - comentó María mientras preparaban la cena.

Ely, después de pensar un instante, con una sonrisa respondió:

"Yo... yo quiero... jugar."

Desde ese día, sus papás empezaron a comprenderla mejor. Ely aprendió que compartir y comunicarse eran clave para expresar sus sentimientos y deseos. Su irritabilidad comenzó a disminuir, y aunque seguía siendo una niña especial, se sintió más cerca de sus papás.

A través de juegos, risas y pequeñas aventuras, la familia descubrió juntos el gran mundo que existía en el corazón de Ely, lleno de magia y sorpresas.

FIN.

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