El Niño de las Motos y las Marcas



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Desde muy chiquito, Lucas se obsesionaba con las motos. Cada vez que escuchaba el rugir de un motor, su corazón aceleraba y no podía evitar sonreír. Además de su amor por las motos, Lucas tenía una gran pasión por las marcas de ropa. Para él, cada prenda que llevaba puesta debía tener un logo famoso, porque creía que eso lo hacía ver más genial ante sus amigos.

Un día, mientras jugaba en el parque, vio a un grupo de chicos que andaban en moto. Se acercó rápidamente y les preguntó:

"¿Cómo hacen para tener esas motos tan increíbles?"

"Las ganamos con trabajo y esfuerzo", respondió uno de ellos.

"Yo también quiero tener una moto y usar la ropa de marca. ¿Qué tengo que hacer?"

"Primero, tenés que aprender el valor del trabajo", le dijo otro chico.

Esa noche, mientras se acostaba, Lucas pensaba en lo que había escuchado. Decidió que quería ganarse sus propias cosas. Al día siguiente, empezó por ofrecerse a ayudar a sus vecinos.

"Hola, señora Rosa. ¿Necesita ayuda con su jardín?"

"Sí, Lucas. ¡Qué bueno que has venido!"

Lucas se puso manos a la obra, regando plantas y cortando el césped. Al final del día, la señora le dio unos billetes como pago.

"¡Esto es genial!", pensó Lucas emocionado al recibir su primer dinero.

Con su primer pago, fue a comprar una camiseta que tanto deseaba. Sin embargo, cuando se la puso y miró al espejo, algo no se sentía bien. Recordó a los chicos en la moto hablando sobre el valor del trabajo. Se dio cuenta de que la camiseta no le había costado un esfuerzo real, así que decidió volver a la tienda.

"Hola, me gustaría devolver la camiseta. No la necesito", dijo Lucas al dueño de la tienda.

El dueño lo miró sorprendido y preguntó:

"¿Por qué la devolvés?"

"Quiero juntar más dinero y comprar algo que realmente valore, algo por lo que haya trabajado".

El dueño sonrió y le dijo:

"Me gusta tu actitud. Si quieres, podrías trabajar aquí algunos días y aprender del negocio".

Lucas no podía creerlo. Aceptó la propuesta de inmediato. Trabajó en la tienda, aprendió sobre ventas y aprendió el valor de cada prenda que vendía. Ahorró el dinero y, tras varios meses de esfuerzo, finalmente pudo comprar su primera moto.

El día que se la entregaron fue el día más feliz de su vida.

"¡Miren, chicos! ¡Tengo una moto!" exclamó Lucas al mostrarla orgulloso a sus amigos.

Las motos se convirtieron en el símbolo de su trabajo y dedicación, no solo una simple afición. También se dio cuenta que había creado una gran amistad con sus compañeros de trabajo y que eso significaba más que cualquier marca de ropa.

Un día, los chicos que andaban en moto lo invitaron a dar una vuelta.

"¡Vamos, Lucas, subite!"

"Pero, ¿no ven que tengo mi moto?"

"¡Queremos que nos muestres qué aprendiste!"

Al subirse a su moto, Lucas se sintió el rey del mundo. Al finalizar el paseo, uno de los chicos le dijo:

"Sos uno de nosotros, Lucas. Lo que importa es el esfuerzo y la pasión, no lo que llevamos puesto".

Desde aquel día, Lucas no solo disfrutó de sus motos, sino que también entendió que el verdadero valor de las cosas viene del esfuerzo y el trabajo. Las marcas de ropa dejaron de ser su prioridad. Ahora, la amistad y la dedicación eran lo más importante para él.

Así, Lucas siguió trabajando, aprendiendo y disfrutando de las motos. Y sobre todo, siempre recordando que la verdadera riqueza es el valor que ponemos en cada cosa que hacemos y en las relaciones que creamos a lo largo del camino.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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