El Paseo de los Amigos bajo la Lluvia



Era un día lluvioso en la colonia, donde se encontraban el zorro, el chanco y el tatù. El cielo estaba nublado y las gotas de lluvia caían serenamente, formando pequeños charcos en el suelo. A pesar del clima, los tres amigos decidieron que era un buen momento para explorar los alrededores del arroyo.

"¿Qué te parece, Chanco?" - preguntó el zorro, moviendo su cola con entusiasmo. "La lluvia no nos detendrá, ¡vamos a buscar tesoros de la naturaleza!"

"¡Sí!", respondió el chanco, removiendo el barro con su hocico. "Me encantaría ver si encontramos algún insecto curioso."

El tatù, un poco más tímido, se asomó entre los matorrales. "No sé si sea buena idea con esta lluvia. Podría ser resbaloso, y no quiero caerme..."

"Pero mira la belleza de la lluvia, Tatù!" - dijo el zorro, con una sonrisa luminosa. "Las hojas brillan y el arroyo suena diferente. Nos divertiremos, ¡te lo prometo!"

Finalmente, el tatù aceptó, y los tres amigos salieron en aventura. Mientras exploraban, se dieron cuenta de que el arroyo estaba más lleno que de costumbre. Las aguas claras corrían emocionadas y salpicaban por doquier.

"¡Miren!", gritó Chanco, al ver que una hoja grande flotaba por la corriente. "¡Es como un barco! ¡Podríamos hacer una regata!"

Los tres comenzaron a recoger hojas y ramas del suelo. Juntos, construyeron un pequeño barco que colocaron en el agua. Al principio, el barco se voltea y se hundía, pero los amigos no se dieron por vencidos.

"No hay que rendirnos, ¡hay que hacer otro más resistente!" - dijo el zorro. "Probemos con más ramas."

Después de varios intentos, finalmente lograron hacer un barco que navegaba por el arroyo. Mientras todos festejaban su creación, un fuerte viento sopló y el barco se alejó rápidamente.

"¡No! Mi barco!" - exclamó Chanco, sintiéndose un poco triste. "¿Cómo haremos para alcanzarlo?"

El tatù, que era más pequeño pero muy ingenioso, tuvo una idea. "Podemos construir un puente con las ramas de los árboles más cercanos. Así llegaremos más lejos."

"¡Es una gran idea, Tatù!" - dijo el zorro, emocionado. "Vamos a reunir más ramas."

Con trabajo en equipo, levantaron un puente improvisado y lograron seguir la corriente del arroyo hasta el barco. Cuando finalmente lo alcanzaron, descubrieron que el barco había llegado a un lugar mágico lleno de flores coloridas.

"¡Es hermoso!" - gritó Chanco, admirando el paisaje. "Nunca hubiera imaginado que aquí hay un lugar tan bonito gracias a la lluvia."

"Y todo por no quitarnos las ganas de explorar, a pesar del clima”, agregó el tatù, con una sonrisa.

"Claro que sí! Ahora sabemos que siempre hay algo bueno si salimos a buscarlo juntos," concluyó el zorro, mientras disfrutaban de la belleza que la lluvia les había traído.

Cuando empezó a oscurecer, decidieron regresar a su hogar, pero no sin antes recoger algunas flores para recordar su aventura. Entendieron que a veces, los días lluviosos pueden ser tan especiales como los soleados, siempre y cuando quieras explorarlos y compartirlos con amigos.

Al volver a casa, los tres amigos prometieron hacer una nueva aventura en el próximo día de lluvia. Y así fue como aprendieron que la verdadera diversión no depende del clima, sino de la compañía y de la curiosidad por descubrir el mundo que les rodea.

FIN.

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