El perrito que soñaba con un amigo



En un rincón del vasto campo, había un perrito llamado Bongo. Era un perrito de pelaje marrón y orejas caídas, que pasaba sus días mirando el horizonte y esperando a que alguien lo rescate. Nadie parecía querer hacerle compañía, lo que hacía que su corazón se sintiera muy solito.

Un día, mientras Bongo exploraba los arbustos en busca de alguna aventura, escuchó a alguien llorar. Curioso, se acercó y encontró a una niña llamada Sofía, quien se había perdido mientras trataba de seguir a una mariposa.

"¿Por qué llorás?", preguntó Bongo, moviendo la cola.

"¡Estoy perdida! No sé cómo volver a casa!", sollozó Sofía, limpiándose las lágrimas con una mano.

"No te preocupes, yo te puedo ayudar a encontrar el camino", le dijo Bongo con una sonrisa.

Sofía no podía creer que un perrito le hablara. Su tristeza comenzó a desvanecerse y, con un poco de valentía, se acercó a él.

"¿De verdad me ayudarías?", le preguntó.

"Por supuesto, solo siguen mis patas. ¡Vamos!"

Juntos, comenzaron a caminar por el campo. Bongo le mostraba el camino mientras le contaba sobre su vida en el campo.

"Yo siempre espero a que alguien venga a jugar conmigo, pero parece que todos me ignoran", confesó Bongo.

"¡Eso no está bien! Todos merecemos tener un amigo", respondió Sofía, empática.

Mientras caminaban, encontraron un pequeño arroyo que atravesaba el campo. Inesperadamente, un grupo de patitos salió chapoteando. Sofía se rió al verlos jugar, y Bongo se unió a la diversión.

"¡Mirá cómo nadan! Sorprendente, ¿verdad?", dijo Sofía, dándole un pequeño empujón a Bongo.

"¡Yo también sé nadar!", ladró Bongo sin perder la oportunidad de chapotear.

Después de un rato de diversión, siguieron su camino. Sin embargo, Bongo comenzó a sentirse un poco desanimado de nuevo.

"Quizás nunca encuentre a alguien que realmente quiera ser mi amigo", pensó en voz alta. Sofía, al escuchar esto, se detuvo y lo miró directamente.

"No debés pensar así, Bongo. Yo te vi hoy y me hiciste sonreír. ¡Eres un gran amigo!", le dijo Sofía con sinceridad.

"¿Amiga? ¿Yo?", preguntó Bongo con sorpresa.

"¡Sí! Y me encantaría volver a verte después de volver a casa", respondió Sofía con una gran sonrisa.

Bongo sintió que su corazón se llenaba de alegría.

"¡Eso sería maravilloso! Vamos a encontrar el camino a tu casa, y luego puedo esperarte aquí todos los días!"

Finalmente, tras reír, chapotear y hablar sobre sus sueños, llegaron a casa de Sofía. Ella se agachó y le dio un abrazo.

"Nunca te olvidaré, Bongo. Espero que vengas a visitarme", le prometió.

"¡Lo Haré! Produciré unos días de aventuras en tu vida!", ladró Bongo emocionado.

Desde entonces, Sofía visitaba a Bongo en el campo todos los fines de semana. Se hicieron los mejores amigos y jugaron juntos hasta el atardecer, creando recuerdos que durarían para siempre. Bongo descubrió que, a veces, la espera puede dar sus frutos y que no hay nada más valioso que la amistad. Por fin sentía que ya no estaba solo, y aprendió que el verdadero valor de un amigo es el amor que se comparte.

Y así, en el vasto campo, donde el sol brillaba y las flores bailaban con el viento, Bongo encontró un amigo incomparable, aprendiendo que esperar también puede traer momentos mágicos.

Fin.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!