El Poema de Luz y Sombra



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Nublandi, un lugar donde el sol jugaba al escondite detrás de las nubes la mayor parte del tiempo. El viento soplaba suave, y en los jardines crecía una flor especial, la Flor de la Inspiración, que solo florecía en días nublados. En el centro del pueblo, vivía un joven poeta llamado Martín, conocido por sus hermosos poemas que llenaban de colores los corazones de quienes los leían.

Un día, mientras Martín estaba sentado en un banco del parque, escribiendo un nuevo poema sobre las nubes, vio algo inusual. A la sombra de un enorme sauce llorón, una joven misteriosa observaba el paisaje. Tenía largos cabellos oscuros que parecían absorber la luz y unos ojos amarillos que brillaban como estrellas. Sin darse cuenta, Martín comenzó a sentir una extraña conexión con ella.

Decidido a conocer a la chica, se acercó y le dijo:

"Hola, tengo el presentimiento de que eres la musa que estaba buscando. ¿Te gustaría escuchar un poema?"

La joven, con una sonrisa peculiar, respondió:

"Claro, poeta. Me encantaría escuchar tus palabras."

Martín comenzó a recitar su poema sobre la flor que brillaba con la luz de la inspiración cuando, de pronto, la joven interrumpió:

"Es hermoso, pero sé que hay algo más que deseas expresar. Tú estás buscando respuestas en tus propias sombras."

Intrigado, Martín le preguntó:

"¿Cómo lo sabes?"

La joven sonrió y dijo:

"Soy Selene, y a veces me gusta observar a aquellos que crean belleza. Pero hay algo en ti que me dice que sientes que la luz y la oscuridad son parte de la misma historia."

De esa manera, Selene y Martín comenzaron a hablar, compartiendo historias y sueños. Sin embargo, había algo que Martín no sabía sobre Selene: era una vampira, y su vida estaba entrelazada con las nubes y la oscuridad.

Unos días después, mientras conversaban, Selene le reveló su secreto:

"Martín, la verdad es que no soy como los demás y mi luz brilla de una manera diferente. A veces siento la tristeza de la noche, la soledad que trae el crepúsculo. Pero en tu poesía, encuentro un refugio."

Martín, aunque sorprendido al principio, decidió que la oscuridad de Selene no cambiaría la conexión que habían creado. Así que le dijo:

"La poesía es para todos, incluso para aquellos cuyas sombras son más fuertes. Pero, ¿no te gustaría conocer la luz, aunque sea por un día?"

"¿Cómo podría hacerlo?" preguntó Selene con un brillo de esperanza en sus ojos.

"Si en un día nublado hacemos que todos los colores resalten más, quizás también puedas ver lo que hay más allá de la oscuridad. Te invitaré a un festival de poesía que se celebra en el pueblo."

El festival se acercaba, y Martín trabajaba en un poema que honrara tanto la luz como la sombra. Decidido a mostrarle a Selene lo hermoso que era el mundo, se preparó para el evento. Selene estaba emocionada pero también preocupada; el sol podría revelarla y eso podría hacer que todos la temieran.

El día del festival, el cielo estaba cubierto de nubes grises. Cuando llegó al festival, todos esperaban ansiosos las hermosas palabras de Martín. Él comenzó su recital, y mientras recitaba, se dio cuenta de que entre sus palabras llevaba una parte de Selene.

"Hoy celebramos la luz y la sombra, porque incluso en las horas más oscuras, es posible encontrar la belleza."

Mientras recitaba su poema, una brisa suave sopló y con ella, las nubes se empezaron a abrir, dejando un poco de luz en el escenario. Selene, ansiosa, dio un paso atrás; le preocupaba lo que podría suceder.

"No temas, Selene. La luz no revela lo que otros piensan. Te aceptarán como eres," le susurró Martín desde el escenario.

Tomando valor, Selene decidió caminar hacia el público. Algunos se sorprendieron, pero la mayoría quedó fascinada por su presencia y la belleza que exudaba. Al terminar el recital, un niño del pueblo se acercó a ella:

"¡Qué linda! ¿Eres una estrella?" Selene sonrió, un poco más calmada.

"No soy una estrella, pero tengo muchas historias que contar."

A partir de ese día, Martín y Selene continuaron mostrándole al pueblo que la luz y la oscuridad podían coexistir. Juntos, escribieron nuevos poemas que hablaban de la aceptación, la creatividad y el amor. Selene no solo encontró un lugar en el corazón de Martín, sino que también en el de todos los habitantes de Nublandi, quienes aprendieron que cada uno tiene su luz y su sombra.

Así, el pueblo se llenó de colores, risas y poesía, iluminando incluso los días más nublados.

FIN.

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