El Puente de los Sueños



En un pueblito encantador en la sierra llamado Ocotal Maravillas, vivían muchos niños que soñaban con aventuras. Entre ellos estaban Clara, una niña curiosa y valiente, y su mejor amigo, Lucas, un chico soñador con una gran imaginación. Juntos exploraban cada rincón del pueblo, donde el aroma del ocote siempre llenaba el aire y alegraba a todos.

Un día, mientras se aventuraban por el bosque, Clara y Lucas escucharon un susurro en el viento.

"¿Escuchaste eso, Lucas?" - preguntó Clara, con los ojos bien abiertos.

"Sí, parece que viene de allá, del Puente Hamaca" - respondió Lucas, señalando hacia un puente cubierto de lianas y flores.

El Puente Hamaca era un lugar mágico, lleno de leyendas. Se decía que estaba encantado y que aquellos que cruzaban podrían ver sus sueños hacerse realidad. Sin pensarlo dos veces, los dos amigos decidieron averiguarlo.

Al llegar, el puente oscilaba suavemente entre dos enormes árboles. Clara tomó una profunda respiración y miró a Lucas.

"¿Te atreves a cruzarlo?" - preguntó Clara, un poco nerviosa.

"¡Por supuesto! Puede que descubramos algo increíble" - contestó Lucas, con una sonrisa emocionada.

Se tomaron de las manos y empezaron a cruzar el puente. En ese momento, una ráfaga de viento hizo que el puente brillara con una luz mágica. De repente, se encontraron en un lugar maravilloso lleno de colores y criaturas fantásticas.

"¿Dónde estamos?" - preguntó Clara, asombrada.

"Creo que hemos cruzado al mundo de los sueños" - dijo Lucas, mirando a su alrededor.

Mientras exploraban, conocieron a un zorro parlante llamado Zaki.

"¡Hola, amigos! Bienvenidos a este reino de maravillas. Cada uno de ustedes tiene la oportunidad de pedir un deseo" - les dijo Zaki.

"¿De verdad?" - exclamó Clara.

"Sí, pero deben pensar bien en lo que desean. Recuerden que los deseos tienen un costo" - advirtió Zaki.

Clara cerró los ojos y pensó en su deseo:

"Quiero que todo el mundo en nuestro pueblo siempre sea feliz".

Lucas, por su parte, deseó:

"Me gustaría poder volar y ver el mundo desde las nubes".

Zaki los miró con una sonrisa y dijo:

"Muy bien, pero recuerden, la felicidad no debe ser impuesta, cada uno debe buscarla por sí mismo".

De repente, Clara sintió una ola de energía. En un abrir y cerrar de ojos, la imagen del pueblo apareció ante ellos. Vieron a sus amigos riendo y disfrutando del ocote en una fiesta. Sin embargo, al mirar a su alrededor, se dieron cuenta de que ninguna de las situaciones era perfecta; algunos estaban tristes, otros no participaban.

"¿Qué pasa?" - preguntó Clara, confundida.

"No podemos desear la felicidad por todos. Eso debe venir de cada uno" - explicó Lucas, reflexionando.

De pronto, Zaki apareció entre ellos nuevamente.

"Muy bien, amigos. Quizás entiendan mejor si fuera diferente" - dijo el zorro, agitándose. En un instante, el paisaje se transformó y los amigos se vieron a sí mismos enfrentando situaciones difíciles.

"¡Esto es terrible!" - gritó Clara.

"¡No puedo volar!" - lamentó Lucas.

"¿Qué harán?" - preguntó Zaki, expectante.

Clara recordó la importancia de la amistad.

"Debemos ayudarlos, ellos también deberían valorar la felicidad".

Lucas asintió con determinación.

"¡Sí! Cada uno puede encontrar su propia felicidad, pero a veces necesitan un empujón".

Ambos comenzaron a hablar con sus amigos en el pueblo, compartiendo sus experiencias y alentando a cada uno a mirar dentro de sí mismo en busca de la felicidad. Al hacerlo, el pueblo comenzó a brillar y los rostros de los habitantes se iluminaron con sonrisas.

Cuando volvieron al puente, Zaki los saludó otra vez.

"Las lecciones aprendidas son más poderosas que un deseo".

"¡Lo sabemos!" - gritaron Clara y Lucas a la vez.

"¿Volveremos a ver el mundo de los sueños?" - preguntó Lucas.

"Siempre que tengan el valor y la curiosidad por explorar, el mundo de los sueños estará allí para guiarlos" - explicó Zaki.

Finalmente, cruzaron el Puente Hamaca de regreso a Ocotal Maravillas, donde encontraron a sus amigos felices. Pusieron en práctica lo que habían aprendido y se convirtieron en embajadores de la felicidad, acompañando a todos en su búsqueda de alegría.

Desde entonces, el pueblo floreció en amor y amistad, y el Puente Hamaca se volvió el símbolo de los sueños y del valor que cada uno tiene para hacer de su vida y la de los demás un lugar pleno de magia y felicidad.

FIN.

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